Apostol

Cargamos muchas mochilas que no nos hacen falta

23 octubre 2018 / Mundicamino

Al jubilarse como maestra, Luciana Gaitero quiso emprender un camino sola y desprenderse de todas la mochilas que cargó sobre sus espaldas durante los primeros 62 años de su vida. Decidió enfrentarse al Camino de Santiago sola, sin apenas equipaje. «Mi única preocupación era no lesionarme», confiesa. Y lo hizo. Lo recorrió entero. Desde Saint Jean Pied De Port hasta Santiago de Compostela, 764 kilómetros en los que se encaró a sus miedos. Enfrentarse al Camino en soledad es una experiencia «indescriptible». Un año después ha vuelto como hospitalera al albergue ‘La cabaña del abuelo Peuto’, en Cantabria. Cerca de 10.200 peregrinos llegan cada año a este lugar de Güemes, regentado por el padre Ernesto Bustio, el cura obrero que ha convertido el centro en un lugar de actividades socio culturales.

¿Por qué un retrato callejero a Luciana Gaitero?. Porque su perfil puede ser un espejo en el que se miren muchas mujeres. Primero hijas, luego madres de sus hijos, hermanas, madres de sus padres, abuelas, profesionales, activistas sociales, reivindicativas, voluntarias en instituciones y oenegés de ayuda a los demás. Dentro de una mujer hay muchas mujeres, tantas como haga falta para arrimar el hombro en cada momento.

Luciana fue maestra en el CEIP Villa Romana de Navatejera, donde todavía colabora en el proyecto de huerto escolar, forma parte del Movimiento Cooperativo de Escuela Popular (MCEP), una acción de renovación pedagógica, de ideología y pedagogía Freinet, incluido dentro de los movimientos de Escuela Moderna. Ha trabajado por la educación en igualdad de género y colaborado con diferentes movimientos feministas y de apoyo a refugiados. Pertenece a Stele (Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza). Colabora como voluntaria en varios proyectos de Cruz Roja, sobre todo con inmigrantes y personas sin hogar…

Ahora ha vuelto sobre sus pasos al Camino. Durante una semana colabora en el mantenimiento del albergue de Güemes y ayuda a los peregrinos que, como ella encontró, buscan refugio en este lugar.

«Mi profesión y mi familia me ocupaban todo el tiempo y todas mis energías. Cuando faltaban pocos días para jubilarme me dio miedo de que toda esta energía, alegría y dificultades que pasé me provocaran un vacío y decidí hacer el Camino de Santiago. Quería pensar y emprendí un viaje que no sólo fue físico, sino interior».

Se encaró a sus miedos enfrentándose a otros. «Cuando nos jubilamos iniciamos otro camino con muchas posibilidades y no tenemos que quedarnos en casa». Y no se quedó. Se calzó las botas y aligeró el equipaje. Las mujeres mayores de 60 años representan el 18% de todos los peregrinos que recorren el Camino. «Soy bastante independiente. Me fui sola. Algún día tuve miedo. Cuando caminas por trayectos donde no hay nadie sientes un poco de angustia. Pero para mí el Camino es como la vida misma, te encuentras de todo. Es un aprendizaje. Yo decidí hacerlo ligera de equipaje. No cargué con la mochila, ya había llevado muchas mochilas en mi vida y decidí quitármela de encima».

A la pregunta de qué habría cambiado en su vida si hubiera hecho antes el Camino de Santiago responde si vacilar: «Pensar más en mí misma».

Pasados los primeros 62 años de vida, queda otro camino por recorrer. «Quiero viajar y comprometerme hasta donde pueda en causas sociales».