Desde hace unos 10 años es guía, especializado en el tramo que va a Fisterra, aunque también ha recorrido a título personal la Ruta Francesa en varias ocasiones.
Llegan cientos de peregrinos al día a Compostela, cada uno con una historia en la mochila. La de Raúl Vincenzo Giglio empieza con la pérdida de su mejor amigo en un accidente de moto. Se llamaba Víctor Miguel Aparicio. Al madrileño, de madre española y padre italiano, se le ocurrió para superar el duelo hacer el Camino en bici con un grupo organizado. Fue en 1991. Tenía 20 años. Entonces «no había móviles ni Internet y, en ocasiones, tenías que dormir en sacristías o sobre cartones». Esta experiencia lo marcó, ¡y vaya que si repitió! Va a cumplir su peregrinación número 25. Desde hace unos 10 años es guía, especializado en el tramo que va a Fisterra, aunque también ha recorrido a título personal la Vía Francesa en varias ocasiones. ¿Qué tiene el Camino que tanto lo ha enganchado? «Tiene todo lo que uno necesita para sentirse acompañado en la vida. Cuando yo me sentí perdido emocionalmente, y ni siguiera sabía qué hacer a nivel profesional, seguir unas señales me ayudó», dice. «Los amigos que encuentras [aún conserva algunos con los que compartió su primera aventura], el paisaje… son un regalo», añade este guía del que, curiosamente, se reía su familia de niño porque no le gustaban las largas caminatas. El psicoterapeuta tiene previsto llegar esta noche a Santiago y salir con un grupo el jueves cara el fin de la tierra, para alcanzar el faro el domingo y su propio récord personal. ¡Ultreia!.