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Caminos a Santiago

06 octubre 2011 / Mundicamino

Entre los textos incluidos en el Codex Calixtinus, códice de la catedral de Santiago robado a comienzos del verano, el libro V es una guía, obra al parecer del poitevino Aimerico Picaud, considerada como la primera del Camino de Santiago, del siglo XII. Aunque el capítulo primero se titula «de los caminos a Santiago», en realidad tal título se refiere a los cuatro que desde Francia se unen en Puente la Reina para transformarse, ya en España, en uno sólo, el llamado Camino Francés. Tal ruta entra en León por Sahagún y, por Rabanal y Foncebadón (monte Irago), baja a Molinaseca, Ponferrada, Cacabelos y Villafranca, para desde la villa del Burbia seguir por el valle de Valcarce hasta el Cebreiro, ya en Galicia. Esta fue la ruta que durante siglos transitaron preferentemente los peregrinos, no sólo por la guía de Picaud, sino porque en ella encontrabam hospitales y albergues en los que alojarse.

El Camino Francés no fue el único para ir a Santiago, hubo otros (camino del norte, portugués, mozárabe y ruta del mar o camino inglés), y también variantes en aquél. Algunos peregrinos, como el alemán Von Küning en el siglo XV, recomiendan desde Astorga no la ruta por Foncebadón sino la de Manzanal, la antigua Via Nova, para llegar al Bierzo; pues según el monje servita, en ésta encontrarás «buena gente y viajar seguro y dan voluntarios vino y pan». Dicha ruta bajaba por Torre y Bembibre para seguir a Cacabelos o, por Monte Arenas, desviarse hasta Ponferrada y continuar por Cacabelos y Villafranca; pero, al parecer, también hubo otra variante, el llamado Camino de Invierno que iba por Priaranza, Borrenes, Carucedo, Puente Domingo Flórez para, por Valdeorras y Quiroga, seguir hasta Santiago. Se busca su promoción pues el Camino es hoy una fuente de ingresos.

Mientras que los caminos por Manzanal o La Cepeda (otra variante que sigue el curso del Boeza) no han sido aún reconocidos por la administración, sí lo ha sido el llamado Camino de Invierno, pero en ambos casos hay reclamaciones y protestas. El Bierzo Alto reivindica sus caminos mediante marchas, como la protagonizada el pasado fin de semana, con la que pretenden llamar la atención para que se conozca, se difunda y se transite por él. Los defensores del Camino de Invierno, a su vez, acusaban este verano al Bierzo -sic- «y más concretamente a los albergues bercianos, que siguen apostando masivamente por el llamado Camino Francés, silenciando la existencia de esta ruta», o no reconociéndola. La paradoja es reivindicar en verano un camino que llaman de Invierno. En todo caso, el problema no está en la administración sino en los peregrinos que utilizan la ruta más conocida o la que ofrece más facilidades para su alojamiento. Quizá deban empezar por esto último.