Apostol

El «boom» espectacular de los peregrinos coreanos

09 febrero 2010 / Mundicamino

Tampoco le luce el pelo a Mabel Roncal, dueña de un albergue con 51 literas, que lleva más de 20 años volcada en el Camino. «¿Vivir de esto? Nada, nada. Esto sirve para cubrir gastos, a 8 euros por cabeza. Yo tengo tierras y vivo de esas posesiones. Esto es una pasión, no una fuente de ingresos. Por lo menos aquí», confiesa sin tapujos. Mabel es uno de los personajes más populares del Camino, con una sociabilidad arrolladora. Siempre dispuesta a superarse a sí misma. Tiene 23 dioptrías y no se pierde detalle. «¡No veas lo que disfruto con la gente! Lo mismo un noble brasileño que un cabrero francés o un divorciado holandés. Aprendes de todos. Yo soy una esponja».

¿Y ya ha hecho usted el Camino?

-Por tierra, no.

Ah.

-Hice la ruta marítima entre La Rochelle y Santiago en una goleta. Fueron 10 días en total, cinco de ida y cinco de vuelta.

-No te digo que no. Hacíamos todos los trabajos del barco. Íbamos con buzo para la lluvia, botas de goma y acabamos con las manos destrozadas. Pero, oye, disfruté mucho.

Nadie lo pone en duda. Un esfuerzo que merecía la pena. Pero el protocolo es el protocolo. La Oficina de Atención al Peregrino sólo admite el itinerario xacobeo a pie, en bicicleta, silla de ruedas o a caballo. Incluidos asnos y… camellos o dromedarios. Sorpresas que da el Camino.

Pasó la novedad de los peregrinos que llegaban de Brasil, Australia o Sudáfrica. «Ahora lo que más llama la atención es el número creciente de coreanos», asegura Cristóbal Martínez, presidente de la Asociación de Periodistas y Estudiosos del Camino de Santiago. El ‘boom’ ha sido espectacular: hace cuatro años recibieron la ‘compostela’ apenas 84, y en 2009 ya eran 1.079. Y hete aquí que V se ha encontrado con una pareja de aquel país, a punto de llegar a la localidad navarra de Puente la Reina. «Llevábamos mucho tiempo dándole vueltas. Habíamos visto un documental en la tele sobre el libro de Paulo Coelho y, la verdad, nos pareció fantástico», cuenta Soo Jung Kim, de 20 años. Le acompaña su novio, Xun Seob Shin, de 23, que por cierto se prepara de mala gana para hacer el servicio militar. En su país es obligatorio y dura dos años. «Qué agobio, pero no hay alternativa…», resopla por lo bajini. Por si fuera poco, los estudios también le dan quebraderos de cabeza; igual que su novia, está matriculado en húngaro y reconoce que sufre «mucho estrés». En definitiva, la Universidad de Seúl aprieta tanto las tuercas que lo mejor es «huir a Santiago de Compostela». Eso sí, sin motivaciones religiosas, como ocurre en el 67% de los casos. Su compañera Soo Jung Kim lo resume en unas pocas líneas: «Somos católicos pero, oye, no nos interesa para nada el Camino por la fe; lo que nos atrae es la aventura y la paz». Cosa que, salta a la vista, han encontrado.