Año tras año cada vez son más los peregrinos que después de alcanzar Compostela , prosiguen su marcha hasta la comarca de Fisterra.
El fin de la marcha , ya que más allá solo existe el océano , se suele fijar en el cabo de Fisterra.
Además de reeditar una tradición jacobea secular , documentada al menos desde el siglo XII , y de seguir los pasos del apóstol Santiago que según la leyenda vino a predicar a estas costas y fue visitado por la virgen de Muxia.
En este territorio los peregrinos consiguen encontrarse con la inmensidad de la naturaleza y penetrar en un espacio sacralizado desde tiempos remotos.
Una de las principales razones para continuar los peregrinos sería el deseo de no concluir nunca la ruta o el gozo de recuperar cierta tranquilidad frente a la masificación de los últimos kilometros.
Es así como frente el Atlántico , en una costa majestuosa en la que la fuerza de la creación resulta contundente .
Los peregrinos se despojan de su habito para encontrar por un instante la fusión con el planeta y el cosmos , reflexionando sobre el misterio de la vida ante la inmensidad .
Ritos que habían perdido , se han recuperado como el baño ritual o la quema de ropas. Sin embargo el momento álgido se alcanza con la puesta de sol , , pues no hay más grandioso fin de ruta que el astro rey sumergiéndose en las aguas.