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La tecnología permite a cuatro discapacitados recorrer el Camino

16 agosto 2017 / Mundicamino

Llegaron a Compostela desde Palencia gracias a unas sillas especiales financiadas por la Orden de Malta.

Los más tradicionales lo hacen a pie, los deportistas en bicicleta y los intrépidos a caballo. Pero no todo el mundo puede hacer el Camino de Santiago como se le antoje. De hecho, algunos llevan años intentando conseguir su sueño de llegar a la Praza do Obradoiro. Es el caso de Loli Sánchez, Juan Antonio Sánchez, Juan Carlos Hernández y Socorro del Cerro, que nunca se imaginaron que gracias a la ayuda de los voluntarios de la Orden de Malta podrían besar al Santo.

Estos peregrinos, procedentes de Toledo y Madrid, tienen una discapacidad física que les impedía realizar un camino al uso, ya que las rutas oficiales que llegan a Compostela suponen una gran dificultad para ellos. Hasta ahora, ya que gracias a unas sillas especiales conseguidas a través de donaciones realizadas a esta organización, lo que parecía un reto imposible se convirtió ayer en realidad.

Una veintena de voluntarios

Estas sillas, fabricadas por una compañía francesa especializada en senderismo para personas con discapacidad, difieren de las habituales en que son monorrueda y constan de barras tanto en la parte delantera como en la trasera, para que así dos voluntarios puedan portar el asiento en los caminos que tienen menos dificultad, pero también en aquellos que pueden ser empedrados o tener cuestas. De esta manera, la veintena de voluntarios que acompañó a uno de los grupos más especiales que conseguirá este año la compostela, tiene un mérito más que relevante. No solo por conseguir que estas cuatro personas se sintieran como uno más del grupo, el objetivo principal del viaje, sino por lo dura que fue la experiencia, muy exigente a nivel físico.

El equipo partió una semana antes de llegar al Obradoiro de Villalcázar de Sirga, en Palencia. Desde allí, según cuenta Paco Garí, comenzó una aventura extenuante pero preciosa. «Intentamos coger caminos lo más tradicionales posible, aunque en algunos puntos teníamos que desviarnos para que pudieran pasar las sillas. Además teníamos el hándicap de los albergues, ya que no todos nos servían, así que nuestra solución fue repetir noche en los que estaban adaptados a personas con discapacidad. Hacíamos una etapa y regresábamos a dormir a ese albergue en coche», comenta Paco Garí, delegado para el voluntariado de la Orden de Malta en España.

Garí representa a las muchas personas que llevan años luchando para que las personas con discapacidad tengan las menores trabas posibles. Así, cree que la Orden de Malta lo ha conseguido durante estos siete días. «Se integraron perfectamente en el grupo, en las actividades de convivencia y bromeaban como los demás». Garí considera que si para ellos ha sido una semana incomparable, algo similar han vivido aquellos peregrinos con los que se han ido cruzando. «Algunos incluso se animaron a hacer alguna etapa con nosotros y la mayoría nos ayudó en todo lo que podía», comentó orgulloso.