Apostol

Vía Augusta

Etapa

4

Cultura

El Cuervo

La presencia humana en esta región se remonta hasta el Neolítico y la Edad del Bronce, aunque en sus orígenes los terrenos de las actuales marismas del Bajo Guadalquivir se encontrarían bajo las aguas del llamado Lacus Ligustinus. En época romana se sitúa en una encrucijada de caminos con la calzada denominada Vía Augusta atravesando su término camino de Hispalis, circunstancia que marcaría el futuro de la población.
Muy cerca, en la Sierra de Gibalbín, existen los restos de una ciudad romana y los de varias villas de la misma época, así como los de la torre de un castillo de época medieval en la que son claramente visibles sillares romanos.
Durante la Edad Media, este núcleo de población era conocido como El Cuervo; el propio Alfonso X El Sabio lo menciona en los repartimientos de tierras en el año 1274.
Por su situación en zona de campiña y de grandes haciendas agropecuarias, esta zona demandaba mucho trabajo temporal. Los primeros inmigrantes del pueblo procedían de otras localidades de la comarca, como Algodonales, Arcos de la Frontera, Bornos, Grazalema, Lebrija, etc. Estos inmigrantes trabajaban en los cortijos de la zona y muchos se fueron asentando definitivamente en el pueblo. Es un establecimiento de carácter semiespontáneo, construido por jornaleros y vendimiadores. La mayoría de las edificaciones se levantan sobre pequeñas parcelas agrícolas, con tipologías autoconstruidas (inicialmente chozas).
En la foto: RESTOS DEL CASTILLO ALHOMADE DE LA SIERRA DE GIBALBÍN (TÉRMINO DE JEREZ)

Lebrija

Su origen se confunde con la mitología: el dios Baco la fundó junto al Océano Atlántico. Esta vinculación con el dios romano del vino (el griego Dionisos) continúa en la actual tradición vinícola de la población.
Sin embargo, la fundación de la ciudad, según distintos autores, se atribuye a los fenicios (la llamaron Lepriptza) y a los tartesios (Nebrissa). De estos últimos se han encontrado en la localidad seis “timiaterios de oro” llamados Candeleros o Candelabros de Lebrija, fechados en el siglo VII a. de C., actualmente conservados en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Se supone que en sus orígenes Nebrissa fue un puerto del Lacus Ligustinus, bajo cuyas aguas permanecían muchas de las tierras de marismas hoy existentes en el Bajo Guadalquivir.
Su importancia en época de fenicios y romanos (éstos en el siglo I a. de C. la llaman Veneria en alusión a la abundante caza mayor que proporcionaba esta región) se demuestra por el hecho de que acuñó moneda propia, llegando a la categoría de “municipio de derecho latino” bajo dominación romana. Su posición histórica quedaba ubicada en la Vía Augusta, entre Hasta Regia (Mesas de Asta, Jerez) y Ugia (Torres Alocaz).
Tras el oscuro paso de los visigodos, al producirse la invasión de la Península por los árabes en el 711, Lebrija pasó a su poder después de la Batalla del Guadalete y recibió el nombre de Lebri-sah. Tras diversos avatares -fue conquistada por musulmanes y cristianos en dos ocasiones-, finalmente, en 1264, el rey Alfonso X de Castilla la incorporó a la corona de Castilla definitivamente.
Lebrija continúa su antigua tradición vinatera. Las uvas cultivadas en su término pueden ser usadas para hacer “jereces”, pero no los vinos que se críen en él, siendo éstos denominados “Vinos de la Tierra de Lebrija”.
En ella nació Elio Antonio de Nebrija, autor de la Gramática Castellana (1492), primera de una lengua vulgar que se escribió en Europa. Nebrija dedicó este libro famoso a la reina Isabel I de Castilla (la Católica), con el fin de “fijar la lengua” que sería «la compañera del Imperio» que nacería tras la Reconquista de Granada y la llegada de Colón al Nuevo Mundo. Nadie soñaba aún las consecuencias del Descubrimiento de América, pero es como si Nebrija, de algún modo, hubiera intuido que aquella oscura lengua nacida en tierras burgalesas, en el Norte de España, estaba en vías de convertirse en el gran idioma internacional, segundo del planeta, que es hoy el castellano.
Otros personajes ilustres “nebrixanos” son el cantaor Juan Peña “el Lebrijano” o Juan Díaz de Solís, navegante español descubridor del Río de la Plata.
Monumentos importantes: Iglesia Nuestra Señora de La Oliva, Parroquia de Santa María de Jesús, Convento de las Concepcionistas, Iglesia del Castillo, monumento a Elio Antonio de Nebrija o el humedal conocido como Balsa de Melendo.
En la foto: Ayuntamiento de Lebrija.

Las Cabezas

En época púnico-turdetana se la conoce con el nombre de Cvnbaria, topónimo que aparece acuñado en las monedas que emite esta ciudad entre los siglos II y I a. de C. El general cartaginés Aníbal ordenó construir numerosas torres que se mantuvieron durante toda la colonización romana (Turris Hannibalis), siendo heredadas por los árabes, que cambian su nombre por el de Atalayas de Montúfar. El actual responde a su situación orográfica sobre una serie de pequeños cerros o “cabezos” conquistados por la Orden Militar de San Juan de Jerusalén.
Es famosa sobre todo porque aquí proclamó el entonces Teniente Coronel Rafael del Riego la “Constitución de 1812” el día 1 de enero de 1820, contra la política absolutista de Fernando VII, dando lugar al primer período de monarquía constitucional de la historia de España, el llamado Trienio Liberal (1820-1823).
La localidad sigue conservando en buena medida la morfología almendrada que ha tenido históricamente, con largas manzanas orientadas aproximadamente de norte a sur.
Monumentos importantes: Iglesia de San Juan Bautista, Ermita de San Roque y Capilla de Jesús Cautivo. Destaca también su importante Complejo Endorreico.
Foto: Las Cabezas de San Juan, Plaza de la Constitución