Apostol

Camino desde Castellón

Etapa

6

Cultura

Zorita

Fue una de las denominadas tradicionalmente aldeas de Morella por encontrarse dentro de su término general. Según Escolano, Blasco de Alagón la donó a poblar a Andreu de Peralta en 1233, y según otras fuentes fue el rey Jaime I quien lo hizo el 31 de marzo de 1253. En el siglo XIV fue señorío de la familia Fernández de Heredia, y el 20 de diciembre de 1367, Juan Fernández de Heredia la vendió a los Jurados de Morella por 14.511 sueldos; desde entonces se mantuvo como señorío de esta villa.

Su término, así como los términos colindantes, se vio muy afectado durante la guerra civil española, la cual dejó vestigios de los cruentos combates que en él se llevaron a cabo. Ejemplo de ello son las trincheras con abundante munición esparcida por los montes de la comarca.

La Balma

Se halla enclavado en la roca, ubicado en una balma o abrigo natural, en un costado sobre el río Bergantes. Se llega caminando por el abrigo abovedado hasta la cueva o balma donde se halla la imagen de la virgen, objeto de veneración desde su hallazgo por un pastor en el siglo XV.

Para llegar allí desde Zorita atravesando el río bergantes, se sigue la carretera de Aragón a lo largo de la orilla izquierda de este río, y después de pasar el barranco del rosell se deja para seguir un atajo que baja en rápida pendiente hasta llegar a la capillita de la Virgen de la Balma, erguida junto al río en la confluencia de éste con el Barranc de la Mare de Deu. Luego empieza la subida hacia el sagrado monte.

Se trata de un santuario con gruta, compuesto de iglesia, hospedería y estación veraniega. El santuario como tal se conoce ya en el siglo XIV, mitad edificio y mitad gruta, ubicado en una balma o abrigo natural, y con curioso campanario del siglo XVII. Junto a él, la Hospedería de importancia histórica y edificada en el siglo XVI, adaptada al abrupto terreno.

A la llegada al santuario se encuentra la cruz Cubierta, una de las más emblemáticas de la Corona de Aragón, con cúpula sostenida por cuatro pechinas que alberga unos frescos obra de Cruella (1860), alegóricos de las virtudes, y unos minutos después, bajo las ramas del corpulento almez que da sombra a la fuente, se encuentra la entrada a la Hospedería y al eremitorio.

Su fachada cuenta con balcones y en su acceso cuenta con una larga escalinata que conduce a la hospedería. A ambos lados de la misma se sitúan las escaleras que conducen al piso superior donde se sitúa la llamada “sala de las danzas” con arcos de medio punto. Desde la hospedería se accede a la gruta alargada y el mirador que, bordeando el precipicio sobre el cauce del río Bergantes, sirve de acceso a la ermita.

La ermita-cueva, construida en 1667 cuenta con una nave de forma irregular. La fachada en sillería, se prolonga formando el campanario de dos cuerpos. En ella se sitúa una portada sencilla con pilastras estriadas.

Aguaviva

De época antigua se conservan diversos yacimientos, que denotan que existía un poblamiento anterior a época romana.
Esta zona fue conquistada por Alfonso I hacia el siglo XII. Se da como fecha de nacimiento de la población el año 1320. La historia de Aguaviva está vinculada a la Encomienda de Castellote, primero fue de la Orden del Santo Redentor, luego en 1196 pertenecía dicha encomienda a la orden del Temple, pero al declararse por decreto Papal la extinción de la orden, las tropas de Jaime II tomaron la población, convirtiéndose a partir de entonces en una encomienda sanjuanista.
A principios del siglo XVII, en 1613 se independiza de La Ginebrosa, ya que era barrio de esta población.
En cuanto a administración, Aguaviva ha formado parte, de forma sucesiva, a la Bailía de Castellote, a la sobrecullida de Alcañiz (1446-1495), a la vereda de Alcañiz (1646) y al corregimiento de Alcañiz (1711-1833). Se constituye como Ayuntamiento en 1834 y forma parte del partido judicial de Castellote, para incorporarse en 1965 al partido judicial de Alcañiz.
Durante la Primera Guerra Carlista se produjo en 1839 la batalla de Aguaviva, en la que se abatió la partida carlista de Luis Badoy.
El casco urbano de Aguaviva durante el siglo XVII formaba un recinto cerrado, sólo se accedía por cuatro portales. A mediados del siglo XIX sólo quedaban en pie el portal de San Miguel y el Portal de los Arcos.