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Camino desde Castellón

Etapa

8

Cultura

Alcorisa

El poblamiento conocido más antiguo en esta localidad se remonta hasta el Neolítico final o Eneolítico, habiéndose encontrado algunos talleres de sílex como los de Estancos y Cabezo de la Vega. No obstante, el poblamiento más abundante tuvo lugar en época ibérica —cuando esta región estaba habitada por los sedetanos— como lo demuestran el gran número de emplazamientos, destacando entre todos ellos el del Cabezo de La Guardia. De la época romana también hay importantes yacimientos, como el existente al pie del mismo Cabezo de La Guardia.

Durante el dominio musulmán, Alcorisa formó parte de la Marca Superior Musulmana, con centro en Zaragoza. Originalmente el municipio recibió el nombre de Alkol, del árabe Al-Kura, en referencia a «las alquerías». No está tan claro el origen de su actual topónimo, Alcorisa, aunque parece derivar de «alcor», en alusión a los numerosos cerros de la zona. Tras la reconquista, la localidad formó parte de una donación que hizo Alfonso II a la Orden de Calatrava (1179) y estaba incluida, en 1263, en el distrito de Alcañiz.

En la Edad Moderna dos fechas marcan la historia de Alcorisa: el 14 de marzo de 1601, cuando Felipe III concede a la aldea de Alcorisa el título de «Villa Real», y el 23 de mayo de 1738, al otorgarle Felipe V el título de «Fiel y Muy Ilustre», junto con la flor de lis, símbolo que ocupa uno de los cuarteles de su actual escudo. Esta última concesión premió la adhesión de Alcorisa a la causa borbónica durante la Guerra de Sucesión. Dicho apoyo estuvo dirigido por Don Pedro Cebrián Ballester, conocido como «El reyecico de Aragón», que organizó fuerzas populares para la lucha a favor de Felipe V.

El historiador Pascual Madoz quien, en 1845, refirió cómo Alcorisa contaba con 5 calles, 3 travesías y 5 plazas, todas espaciosas y bien empedradas.
El siglo XVIII trajo consigo una etapa de prosperidad para la villa, como atestigua una importante actividad alfarera y un aumento de la población. No obstante, las Guerras Carlistas produjeron grandes estragos en la localidad. En mayo de 1834, partidarios de Carlos María Isidro de Borbón al mando de Quílez no pudieron penetrar en Alcorisa sino a costa de un considerable número de bajas; atacada nuevamente el 29 de junio de 1836, la población opuso tan tenaz resistencia, que no consiguieron rendirla, pero habiéndola incendiado, más de 300 casas fueron quemadas, y muchas entregadas al robo y al pillaje. Años más tarde, Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1845, describe a Alcorisa «en un llano al pie de dos enormes masas de piedra de almendrilla… Cuenta 400 casas de mediana elevación y poco gusto en su arquitectura, de las cuales están arruinadas por efecto de la guerra civil cerca de 120… No obstante lo dicho, forman una vistosa población».3

Durante la Guerra Civil Española, los alcorisanos sufrieron el efecto de dos represiones: mientras que al inicio de la guerra, milicias antifascistas libertarias se cobraron la vida de 77 personas afectas al «bando nacional», la posterior ocupación franquista de la población (17 de marzo de 1938) conllevó una represión de signo opuesto encabezada por el jefe de la Falange local.3

A lo largo del siglo XX, Alcorisa se convierte en un punto de comunicación que enlaza el Bajo Aragón con el sur de la provincia de Teruel. Las posibilidades económicas derivadas de la minería en la comarca, convirtieron al municipio en un centro de servicios, lo que propició la transformación sustancial de la economía e impulsó el incremento demográfico.

Andorra

Andorra aparece por primera vez documentada en 1149, cuando es reconquistada a los musulmanes por Ramón Berenguer IV, príncipe de Aragón.
El núcleo de la población fue fundado en el siglo XII como barrio ganadero de Albalate del Arzobispo —cuenta la tradición que San Macario fue el fundador—, recibiendo el nombre de «Las Masadicas Royas». El título de «Muy Noble Villa» le fue concedido en el siglo XIII por Jaime I el Conquistador por la ayuda prestada por los andorranos en la conquista de Valencia. En aquella época la localidad pertenecía a los dominios del Arzobispado de Zaragoza, hasta que en 1613 logró su independencia al concederle el Arzobispo Pedro Manrique la jurisdicción civil y criminal, siendo confirmado dicho privilegio por el monarca Felipe III. Tuvo familias y apellidos distinguidos, entre los que cabe destacar a los Alcaine, que poseyeron una magnífica mansión que todavía hoy conserva su escudo heráldico en la fachada.
En la Guerra Civil Española Andorra se constituyó en colectividad, repartiéndose la tierra en cuarenta y ocho granjas, estando al frente de cada una de ellas un responsable ante el Consejero de Agricultura del Comité Local. Los diversos productos del campo se almacenaban en la iglesia parroquial, distribuyéndose entre los vecinos mediante bonos o vales. Todo lo que se necesitaba —incluidas consultas al médico o al veterinario— se conseguía mediante una autorización y sin pago de ninguna clase. Ya avanzada la contienda, Andorra fue tomada por el ejército de Franco el 13 de marzo de 1938