Apostol

Camino desde Castellón

Etapa

4

Cultura

Catí

El origen de Catí hay que buscarlo en una alquería musulmana reconquistada por Jaime I el Conquistador junto a Morella en la primera mitad del siglo XIII.

En 25 de enero de 1239 Catí fue dado a poblar por Blasco de Alagón, a Ramón de Bocona (futuro poblador de Onda), y a cuarenta hombres más, (hecho que fue confirmado por el rey Jaime I, en 1243). Por los nombres de aquellos primeros vecinos se supone que procedían de las tierras de Lérida. La fidelidad era su principal virtud, que se reconoce al conceder a Catí un escudo de armas cuya figura principal es un perro andante, símbolo de la fidelidad activa.

Catí ha participado en cuantos hechos históricos ha tomado parte la ciudad de Morella. Así, hombres de Catí toman parte en la conquista de Mazalquivir, Orán y Bujía, en la Nave del Bayle de Morella. Ello a pesar de que la villa de Catí, junto a las demás aldeas, comenzó en 1292 un pleito contra Morella, que no concluyó hasta que en 1691 les fue concedida la independencia.

Catí muestra un casco histórico medieval bien conservado y como consecuencia de ello fue declarado Conjunto Histórico Artístico Nacional en 1979.

Vallivana

La leyenda y la tradición hacen remontar el origen de esta imagen de María a los tiempos jacobeos. Se dice que es un regalo del Apóstol San Jaime, que al venir a evangelizar a los españoles, desembarcó en Los Alfaques (Tarragona) y antes de pasar a Valencia «quiso venir a nuestra Bisgargis (Morella) y como en el barranco de Vallivana se hallare un templo consagrado a los dioses de la gentilidad Júpiter y Diana, derrocó los falsos simulacros y dejó la imagen de María para recuerdo de su Misión».

Según cuenta mosén José Segura Barreda, en un libro que se conservó hasta 1840 en las Casas Capitulares, del que lo copió Antonio Martí, constaba que al año siguiente de la conquista de Morella por don Blasco de Alagón, se encontró la imagen de María en el fondo del barranco de Valllivana, lugar en donde había sido ocultada para librarla de ser destruida por los musulmanes a su llegada a la cormarca hacia 714. El Padre Calasanz Rabaza, Sch. P., con su florida fraseología, describe así este supuesto hallazgo: «Era el año de 1234 (1233)… en aquellas dehesas de Salvassoria y Vallivana, … en la acre ladera que mira al hondo barranco, fue sorprendido un pastor, humilde rey de aquellos desiertos, por los persistentes ladridos de su mastín, que le atrajeron a la enmarañada cueva. Creció la sorpresa ante un resplandor extraordinario que entre los matorrales se cernía, procedente de un cirio que ardía en sendo candelero. La sorpresa culminó en asombro al advertir que la lucecilla alumbraba una preciosa imagen de la Santísima Virgen… Bajo la preciosa efigie había plegado un pergamino… del cual no hubieron cuenta los indoctos».

Gazulla de Ursino (1674-1745) es quien primero da la noticia del origen tan antiguo de la imagen, en unos versos que compuso para las fiestas sexenales de 1702, pero no dio ninguna razón convincente en favor de la tradición jacobea; sólo conjeturas, tradiciones y un sermón que en 1698 predicó en Morella el obispo Auter de Tortosa

Morella

Morella se encuentra en un lugar de paso tradicional entre el valle del Ebro y la costa mediterránea, lo que ha favorecido el asentamiento humano ya desde la antigüedad. Hay documentados restos de cazadores-recolectores del epipaleolítico geométrico. El hombre prehistórico nos ha dejado abundantes muestras de su arte, como los grabados y las pinturas rupestres de Morella la Vella, declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO.

En el castillo se encuentran elementos tecnológicos del neolítico. Algunos monumentos funerarios delatan la existencia de grupos humanos con una economía productora y un hábitat estable, en las áreas más fértiles del territorio. Las excavaciones arqueológicas han permitido encontrar numerosos restos de la edad del Bronce, especialmente en muelas de fácil defensa. El hábitat perdura en el tiempo y en muchos de estos yacimientos hay también restos cerámicos de época íbera. Algunos de estos asentamientos perdurarán hasta época romana, con el centro administrativo del territorio en la ciudad de Lesera, en el término del Forcall.