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Restauran 16 pinturas del XVII en San Juan de Ortega

06 agosto 2019 / diariodeburgos.es

Las obras de arte, más tres espejos rehabilitados, lucen en el templo dedicado a San Nicolás, adyacente a la iglesia de este importante hito del Camino de Santiago, que también ha sido objeto de mejora
La capilla de San Nicolás de Bari, que forma parte del santuario de San Juan de Ortega, ha sido recuperada después de permanecer inutilizada desde hace treinta años. Una reforma que comenzó en enero y que ahora ha permitido volver a colgar dieciséis cuadros del siglo XVII basados en los milagros del santo nacido en Quintanaortuño, y tres espejos barrocos, que previamente habían permanecido almacenados.
Los cuadros estaban «desahuciados, para tirar», manifiesta José Barrio, de la empresa Aibur Restauraciones. Así, se han cambiado todos los bastidores porque estaban con carcoma y además no eran de restauración, y es que los de restauración no tocan el lienzo y tampoco añaden resina porque son marcos sin nudos. Se han limpiado, se han reentelado (añadir lino a los bordes para poder tensarles sobre los nuevos bastidores) y se les ha dado un sentado de color. En algunas obras también se ha optado por hacer pequeños regatinos en algunas zonas, labor que consiste en reintegrar el color con unas rayas muy finas. Respecto a los espejos, no se han tocado en sí y lo que se ha hecho es una limpieza y un sentado del oro, es decir, una consolidación para que no se vuelva a desprender.
Por su parte, los trabajos realizados en la capilla de San Nicolás también han sido múltiples para poner en valor un lugar que únicamente servía como almacén, y en el que ahora se celebra misa. Se ha tratado el suelo, que se encontraba bastante deteriorado, aunque se ha intentado respetar en gran medida. En las paredes se han corregido las faltas y se han pintado. Además, se ha limpiado la reja, aunque no se ha podido hacer nada más debido a que no había presupuesto.
Han sido 100.000 euros los que se han destinado a restaurar las obras y mejorar la capilla que, según explica el párroco Andrés Picón, es un homenaje a José María Alonso Marroquín. Este era conocido como el ‘cura de las sopas de ajo’, puesto que a todos los peregrinos que se acercaban hasta el monasterio les ofrecía este alimento. «Ahorró dinero, se convirtió en un hito del Camino y su intención era arreglar todo el espacio. Tenía guardadas todas las limosnas cuando murió», recuerda Picón, a quien le parece que el mejor destino de ese dinero era este arreglo.
El Camino se ve también realzado con la reforma de este espacio, por el que pasan cientos de peregrinos al año que muestran interés por conocer la historia de cada uno de sus rincones. Y es que se trata de un edificio emblemático que se localiza aproximadamente en el centro entre Roncesvalles y Santiago, por lo que Andrés Picón considera que «merece estar adecentado».