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La importancia de Burgos en el Camino de Santiago. La Puerta de Castilla

12 julio 2010 / Mundicamino

En el ecuador de este año santo, cuando la avenida más importante de Europa se llena de peregrinos, destacamos los hitos más importantes del Camino en su paso por la provincia, que es la entrada de esta vía en la región.

Burgos

Es cierto que Burgos es un tramo esencial del Camino de Santiago; pero también lo es que la ruta jacobea ha sido capital para la provincia castellana en el devenir de los siglos. Tierra y vía se han alimentado mutuamente en ese viaje del tiempo, por lo que no puede entenderse una sin la otra, y viceversa. Por esa senda con final en Santiago de Compostela llegaron a Castilla gentes de muy diverso origen que en muchos casos trayeron prosperidad, progreso, arte y cultura. No fueron otros sino los francos que se quedaron después de peregrinar por el Camino Real quienes dieron actividad comercial a Belorado, quienes poblaron Villafranca Montes de Oca (su presencia está clara en la toponimia), quienes se instalaron en Burgos contribuyendo como nadie a impulsar las actividades artesanales y mercantiles que acabarían convirtiendo a la capital castellana, con el transcurso de los años, en uno de los centros económicos más florecientes de toda Europa.

Cómo no, también a través del Camino se introdujeron las corrientes arquitectónicas de cada época: recorrerlo hoy nos permite enumerar, por ejemplo, algunos de los mejores ejemplos de arte románico y gótico que puedan encontrarse en ningún sitio, haciendo del trayecto un indescriptible museo al aire libre. También importaron la literatura, tan importante en la mística del Camino. Y el pensamiento, naturalmente: la ruta hizo entrar ideas filosóficas, políticas y teológicas que permitieron a aquella España nonata todavía, tantos siglos mezclada con los vecinos del sur, mirar al norte y fundirse con Europa. «El Camino de Santiago burgalés constituye parte importante de nuestro patrimonio religioso, cultural y artístico; nuestros caminos y nuestras calles contemplaron durante siglos el paso de muchedumbres de peregrinos, bastantes de los cuales se quedaron entre nosotros», escribe Gonzalo Martínez Díez en su obra El Camino de Santiago en la provincia de Burgos.

Algunos de ellos forman parte de nuestra historia: San Lesmes, patrón de Burgos, llegó como peregrino a finales del siglo XI y se quedó para ayudar a todos los romeros que llegaban a la ciudad fundando un hospital y un monasterio; también San Amaro, a quien se venera en el Hospital del Rey, dedicó su vida a auxiliar a los peregrinos en este lugar. Y qué decir de los burgaleses que tanto hicieron para impulsar el Camino: San Juan de Ortega, ingeniero y santo cuyo monasterio hoy es un hito principal del Camino, y Santo Domingo de la Calzada, también ingeniero, santo y referente indiscutible de la vía. No sólo la capital edificó su futuro urbanístico, económico y artístico a partir del Camino. Los caseríos edecilla del Camino y Hornillos del Camino se crearon de manera alineada para el paso de los peregrinos; el entramado urbanístico de Castrojeriz se debe exclusivamente a la ruta jacobea; Villafranca nació para dar refugio, descanso y aliento a los romeros antes de emprender el arduo peregrinar por los Montes de Oca.

La importancia de la provincia burgalesa en el Camino se explica perfectamente con un dato: en el siglo XV había en todo el territorio hasta 33 hospitales de romeros. Burgos y la vía compostelana están tan unidos que, como explica González Díez, «parece como si Burgos hubiera tenido ligada su suerte con el Camino de Santiago, pues cuando este declina y casi se extingue en la segunda mitad del siglo XVI, también las actividades mercantiles de Burgos van a declinar y sus exportaciones a todos los emporios de Europa llegarán casi a desaparecer».

La entrada

Burgos es la puerta del Camino en Castilla y León; su entrada en el histórico territorio, a la sazón el más largo de cuantos discurren por la península. En la provincia burgalesa, la ruta tiene 112 kilómetros, que empiezan en Redecilla del Camino, en un paisaje todavía gemelo al riojano: verdes y planas campillas acompañan al peregrino en su entrada el valle del río Tirón. En la iglesia de Nuestra Señora de la Calle se conserva la pila bautismal más importante del Camino tanto por sus dimensiones como por su extraordinaria belleza. Es románica (siglo XII) y está labrada como si se tratara de una ciudad amurallada, con torres, almenas y ventanas.

Por la Riojilla burgalesa se llega hasta Castildelgado, otrora llamado Villapún, donde existió un hospital fundado por el rey Alfonso VII; la ermita de Nuestra Señora del Campo, que todavía sigue en pie, fue una de las más importantes de la localidad. De allí el Camino se acerca -aunque antaño no lo atraviesa- a Viloria de Rioja, pueblo natal de Santo Domingo de la Calzada, quien construyó puentes, calzadas, iglesias y hospitales por toda la ruta jacobea. En su iglesia gótica se conserva la pila en la que fue bautizado el santo. El peregrino recala después en Villamayor del Río, que tuvo hospital de pobres, antes de hacer su entrada en Belorado, localidad importante del Camino. La iglesia de Santa María, el albergue de peregrinos, una talla de la Virgen del siglo XIII, un retablo en piedra dedicado al Apóstol Santiago, la ermita de Nuestra Señora de Belén, que fue Hospital de los Caballeros, el templo de San Pedro, todas las cuevas de origen eremítico del entorno y la iglesia de San Nicolás, la más antigua del pueblo, acreditan esta afirmación.

Próxima estación, Tosantos. La iglesia de San Esteban, junto a la que existió un hospital de peregrinos, desvela su carácter caminero. Tanto como la espectacular y curiosa ermita rupestre de Nuestra Señora de la Peña. Una caminata más allá está Villambistia, famosa en la ruta durante siglos por su ya desaparecido hospital de la Caridad. Espinosa del Camino es el pueblo siguiente, antesala de los Montes de Oca, desde donde se atisba otro de los emplazamientos clave de la ruta: Villafranca.

Antes de entrar al pueblo, unas ruinas reciben al peregrino: es el viejo monasterio de San Félix, donde se dice que está enterrado Diego Porcelos, el fundador de Burgos. Villafranca está justo a medio camino entre Santo Domingo y la capital castellana. Lo primero que halla el peregrino es el templo de Santiago que conserva una concha procedente de Filipinas y que es la más grande de todo el Camino. El hospital de San Antonio, fundado por la reina Juana en 1380, demuestra la importancia de esta villa en la ruta. En su entorno también se localiza el manantial llamado de San Indalecio, discípulo de Santiago, que dicen que manó por vez primera tras el martirio del primero.

Atravesando los bellísimos Montes de Oca entre robles y pinos se llega a San Juan de Ortega, hito del Camino, monasterio, hospital de peregrinos y guardián de una de las rarezas más hermosas de la ruta: el milagro de la luz, hecho que se repite en los dos equinoccios. Es un fenómeno increíble por el cual, por una conjunción de carácter astronómico y arquitectónico, un rayo del sol poniente se filtra por un vano del templo y se posa, recorriéndolo, en uno de los capiteles que representan la Anunciación de la Virgen. Ya en Agés, y acercándose a Burgos, hay una iglesia que, según leyenda, acogió las entrañas mortales del rey García de Navarra, muerto en la batalla de Atapuerca. Es este pueblo, famoso por dar nombre a los yacimientos de homínidos más antiguos de Europa, la siguiente localidad del Camino Francés, que llegó a contar con un importante hospital de peregrinos y que tiene en su iglesia de San Martín su principal reclamo. Cardeñuela y Orbaneja Riopico y Villafría anuncian la cercanía de Burgos.

En la capital

La capital burgalesa es en sí misma una hito del Camino. Fue la ciudad más hospitalaria de la ruta, con su treintena de centros de ayuda al romero. El monasterio y hospital de San Juan, la iglesia de San Lesmes, la de San Gil, la de San Nicolás, la de San Esteban (con la catedral de testigo) acompañan al peregrino por la ciudad, que abandonará por el puente Malatos hasta el Hospital del Rey. Buscando el oeste se llega a Villalbilla, con su iglesia de la Asunción. Tras atravesar un puente sobre el Arlanzón el peregrino recala en Tardajos, que tuvo un importante hospital de peregrinos. La iglesia de Santa María es uno de sus emblemas. La voz popular, en referencia a esta zona del Camino otrora pantanosa, ha conservado este dicho: «De Tardajos a Rabé, libéranos Dómine. Y de Rabé a Tardajos, no te faltarán trabajos». Rabé de las Calzadas recibe al romero con casas blasonadas y una iglesia románica del siglo XIII. Un puente de esa época sobre el Hormazuelas une este pueblo con el siguiente: Hornillos del Camino. Hospital de peregrinos e iglesia de San Román, dos citas para el romero. Tuvo Hornillos también una leprosería. Pronto se arriba a Hontanas, que debe su nombre a las fuentes con las que posiblemente calmarían la sed de andar por el páramos los peregrinos.

Y llegamos a San Antón, un milagro en piedra entre Hontanas y Castrojeriz. Sus ruinas consolidadas parecen bendecir al peregrino, toda vez que su impresionante pórtico envuelve al peregrino. Durante siglos, sirvió de refugio y ayuda a los romeros. Castrojeriz es otra de las localidades esenciales en el Camino burgalés. Llegó a contar con hasta siete hospitales de peregrinos, algo insólito. Nuestra Señora del Manzano, su hermosa Calle Real, la iglesia de Santo Domingo son testigos de este importancia; además, hubo en tiempos una iglesia consagrada a Santiago y otra a San Esteban. Antes de abandonar el pueblo, la iglesia de San Juan despide al romero.

Itero del Castillo es la última localidad burgalesa del Camino. Ya anuncia la Tierra de Campos, que se otea magníficamente desde la torre del homenaje de su castillo. La salida de Burgos camino de Palencia se hace a través de otro hito impresionante: el Puente Fitero sobre el río Pisuerga. Construido por Alfonso VI para que los peregrinos pudieran franquear las caudalosas aguas, tiene nueve arcos y es uno de los bellos de toda la ruta jacobea.