Apostol

Mesa, mantel y cama a la vera de la muralla

15 septiembre 2010 / Mundicamino

El albergue de peregrinos de Zamora, abierto hace más de dos años, combina unas instalaciones modernas con el encanto de ubicarse en pleno casco histórico

El final del Camino de Levante, el inicio del Camino Portugués y la Vía de la Plata confluyen junto a las aguas del Duero en la ciudad más románica de Castilla y León, Zamora, un museo al aire libre que, incluso sin la bendición del Camino Francés, tiene suficientes argumentos jacobeos como para que su albergue municipal sea uno de los más importantes y concurridos de las denominadas como rutas alternativas para llegar a la tumba del apóstol.

Enclavado en pleno corazón de la ciudad, en la cuesta de San Cipriano, a escasos minutos de la plaza de Viriato y del majestuoso puente románico que atraviesan los peregrinos, el albergue combina las comodidades de una construcción moderna y el encanto de ubicarse junto a las propias murallas de los siglos XI a XIII, cuyos sillares constituyen una de las paredes del edificio.

Desde el 26 de enero de 2008, fecha en la que se inauguró, el albergue ha visto cómo se ha incrementado progresivamente el número de peregrinos que duermen en él, especialmente este Año Jacobeo. “Estamos un poco desbordados porque la Vía de la Plata ha ganado mucho auge. Todo el que ha hecho el Camino Francés y repite hace esta ruta”, afirma Celso, un zamorano de 70 años que trabaja como voluntario después de haber sido peregrino. “Hice el Camino y fui testigo del amor que los hospitaleros dan a la gente. Quise hacer lo mismo y así dar un poco de lo que he recibido”, recalca el jubilado, que tras enseñar a los peregrinos las instalaciones reconoce siempre con orgullo que “el Ayuntamiento se ha volcado con el albergue”.

Más de una treintena de camas, baños en las habitaciones y fuera de ellas, un ascensor para facilitar el acceso a discapacitados, sala de estar, cocina y como pared, la muralla zamorana… Las instalaciones de este albergue de donativo nada tienen que envidiar a las de los del pago.

Como “habitualmente” recorren en una sola jornada los 38 kilómetros que separan El Cubo de Tierra del Vino, primer pueblo de la provincia en la Vía de la Plata, de Zamora capital, los peregrinos llegan exhaustos, agradecen las comodidades y transmiten su buena experiencia, lo que provoca picos en la afluencia. “Hay días que tenemos 24 peregrinos y otros que cuatro. Ayer, por ejemplo, fueron 22”, afirma el encargado del albergue, Andrés, un jubilado de Badalona de 72 años que ejerce de voluntario junto a su mujer, María Luisa, y que ha pasado a lo largo de los últimos cuatro años por los mostradores de seis albergues.

“Es la primera vez que estoy en la Vía de la Plata y se ve que este Camino tiene cada vez más empuje, más impulso”, señala el catalán, quien con esta experiencia ha comprobado que la ruta platense atrae “a más españoles que extranjeros, especialmente andaluces de Cádiz y Sevilla”.

Mozárabe-Sanabrés

La “mayoría” de los que escogen este itinerario continúan hasta Granja de Moreruela, fin de la etapa siguiente, y allí suelen tomar el Camino Mozárabe-Sanabrés, para así llegar a Santiago de Compostela sin tener que pisar el Camino Francés, explica Celso, quien como voluntario se ha acostumbrado a compartir su tiempo con romeros de las más dispares procedencias: Alemania, Francia, Italia, Austria, Dinamarca, Inglaterra, Suiza, Bélgica, Estados Unidos o Japón, nacionalidades registradas en el archivo municipal de peregrinos.

Desde el 1 de noviembre de 2009, fecha en la que se inició una nueva etapa en la que el Ayuntamiento de Zamora trabaja conjuntamente con la Federación Nacional de Hospitaleros, hasta comienzos de agosto han pasado por el albergue 2.074 peregrinos, a los que hay que sumar los 910 registrados en la Oficina de Turismo y que han pernoctado en hoteles y hostales.

Las cifras avalan el espíritu jacobeo de una ciudad que presume de un amplio abanico de romerías más allá de la puramente compostelana, como la del Cristo de Valderrey, la de la Virgen de la Guía, la del Cristo de Morales o la de la Virgen de la Concha, patrona de la ciudad, que se celebra el lunes de Pentecostés camino del pueblo de La Hiniesta. Las raíces de todas parten del mismo árbol de la religiosidad popular que nutre con su savia el espíritu de Santiago el de Zebedeo.