Apostol

¿Por qué se viene a Santiago?

27 octubre 2010 / Mundicamino

Leía el domingo, 17 de octubre, la información que me llegaba de este periódico acerca del responsable del Archivo Histórico de Propaganda Fide en Roma, el ourensano Mons. Cuña, y su relación con el Papa. En un entrecomillado que hacía referencia a la visita próxima del S. Padre, comentaba: «No tanto de una visita oficial, sino un viaje personal, como peregrino, para poner de manifiesto el valor del Camino de Santiago en la tradición cristiana y en la construcción de Europa». Recordé, entonces, de inmediato el romántico escritor alemán Goethe que también afirmó que «Europa se hizo peregrinando a Santiago». Luego, pensé: «Está muy bien esto del desplazarse de un Papa para resaltar el valor de un camino y construir Europa, pero éste trasciende y creo que en realidad viene a la casa del Apóstol por el valor cristiano que tiene la vida como camino a la vida eterna y que cada cual hemos de recorrer, nolis- volis. Por el valor que tiene ese caminar para construirnos una y otra vez, como seguidores de aquel que dijo «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida». Concluía mi reflexión diciéndome que eran la sabiduría y edad de Benedicto XVI quienes le traían a estos «fines de la tierra» tal vez con el mismo instinto que inspiraron a Jorge Manrique sus «Coplas» de perenne actualidad.

No sé con claridad por qué remito a su periódico estas líneas. No sé si es porque tengo grabado el ejemplo de este hombre, hoy Benedicto XVI, que, cuando tenía trazado un plan de existencia más retirada, como buscaba tantas veces nuestro buen Fray Luis de León, Dios le pide que cargue con el peso de la Iglesia y él acepta.

Acepta con la plena libertad de disposición de vida, con la única libertad con la que alguien puede ceñirse y poner las espaldas y el todo para tamaña responsabilidad ante Dios. Además, lo hace con una sencillez, naturalidad y entrega, que me grita a voces qué significa ser generoso. Decía que no sabía si escribía movida por esa imagen que tanto bien me sigue haciendo o porque necesito descararme públicamente a favor de la actitud de quienes buscan –como él hace, como cualquier pecador hace, al reconocerse pecador– el perdón.

Creo que siempre es tiempo de todos los tiempos de rastrear las huellas, pegadas las llamamos en gallego, de Dios. Y, al descubrirlas, en signos como estos, un año jacobeo, dejarse guiar por ellas. Este Papa ha buscado siempre esa Luz de Dios, como lo hizo su predecesor Juan Pablo II, en terrenos y circunstancias poco propicias para encontrarlas, por estar muy empañadas de odios y resentimientos sociales despertados por injusticias padecidas. Circunstancias muy desfavorables para oír voces de Dios pidiendo profetas que pusieran orden y sin embargo, los dos supieron oír ese reclamo sin echarse atrás por el panorama que conocían. No dieron un sí sin conocimiento de causa. No, sabían de la vida.

Hace poco vi la película «Amazing Grace», la historia de un inglés metido en harinas políticas y defensor de un nuevo orden de cosas económicas-sociales-mercantilistas-nacionales, sostenidas hasta entonces con mucha injusticia y legalmente amparadas con la misma injusticia, que acabara con la mercaduría de esclavos. Enfermó en el intento, pero lo consiguió y Dios permitió que viviera su logro, el fruto de sus esfuerzos. Pensaba que la tarea de un Papa no siempre la mida bien la Historia. Mucho menos la aplaude cuando está en el escenario. Tal vez forme parte de la didáctica de Dios, dura pero sana. Tal vez quiera Dios que participen de su paciencia con la libertad que nos concedió, tal vez sea el metro con el que mide nuestra confianza en Él, nuestra valoración del premio que nos ha prometido y de nuestro sincero sí. Tal vez, también quiera Dios que no nos olvidemos o un Papa no olvide que el amor siempre va unido a sufrir por el bien de los que uno ama.

Quedan apenas quince días para la visita de Su Santidad Benedicto XVI a nuestro Apóstol. Sigue siendo Santiago el Mayor –uno de los más amados de eses Jesús de Nazaret– nuestro mayor reclamo en este recuadro geográfico del noroeste de la Península. Los otros reclamos, los turísticos y gastronómicos, lo llegaron a ser a causa de estas visitas en las que lo que se buscaba era limpiar más a fondo el alma.

¡Qué bienvenidos deben ser los acercamientos de quienes nos transmiten cosas buenas de parte de un Dios encarnado, cosas sin connotaciones políticas, cosas dichas con el único lema claro de «dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César». ¡Qué silencios conviene hacer para que las palabras se acomoden en el alma y se hagan espacio para resonar y trascender por caminos de Santiago, caminos de espíritu, de Cielo, de eternidad, de hombre que siempre piense que puede cambiar y ser mejor!

Mons. Barrio nos invita al ayuno el día 5. Los preparativos en Santiago nos convocan con disposiciones de oración y penitencia. Unos tendrán tarjetas acreditativas que les permitan sentarse, otros no, otros tendremos que hacer frente a los variopintos imprevistos.

Pero, lo que importa es ir a los sitios sabiendo a lo que vamos y vamos a dejar que dirijan nuestra mirada al Bien, a la Verdad. Vamos a buscar el gran perdonanza, la gracia que Dios derrama con abundancia ilimitada, dives in misericordia, pero que cada uno tiene que esforzarse libremente por tomar.

Desde este FARO DE VIGO que ilumina puntos tan diversos de la vida cotidiana y que deja expresar puntos de vista también diversos, dejo impresa mi bienvenida a este Papa.

Sé que –como yo– hay muchos que firmarían esta acogida.