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Por las sendas del Kumano, el otro camino de Santiago

22 diciembre 2010 / Mundicamino

Quince gallegos peregrinaron por dos de las rutas de la península de Kii, zona montañosa al sur de Osaka cuna de la milenaria espiritualidad japonesa.

El Camino de Santiago es una alternativa de ocio y religiosidad en la vida de cualquier español o gallego o incluso de un occidental sea cual sea su país de procedencia. Su historia es conocida y no hace falta entrar en detalles. En cambio, pocos saben que existe una segunda ruta en el mundo de características similares que es igualmente patrimonio de la humanidad.

El Kumano Kodo es un conjunto de cinco grandes sendas que recorren cerca de mil kilómetros a través de un paisaje montañoso en la península de Kii. Todas ellas convergen en el templo sintoísta de Hongu Taisha y los que realizan un recorrido completo procuran visitar los otros dos grandes centros religiosos del Kumano, Nachi Taisha y Hatayama Taisha, y es que los tres constituyen el Kumano Sanzan.

Una quincena de gallegos habituales del Camino de Santiago decidieron aprovechar el 2010 para recorrer la etapa final de la ruta jacobea y después desplazarse a Japón para seguir con una parte del Kumano Kodo. Poco conocido en Occidente, sorprendentemente tampoco lo es en Japón y por ello la organización del viaje no es fácil. Pero hay algo que los une y que refuerza el interés: ambos son senderos de peregrinación desde hace cientos de años y llevan una década hermanados.

WAKAYAMA: Inicio del viaje

A diferencia del Camino de Santiago, el Kumano Kodo no tiene un final único al estilo de la catedral compostelana. Los tres templos mencionados salpican las cinco rutas conocidas y es posible visitarlos todos. El origen de esta peregrinación se remonta a los siglos VIII al XII y combina el sintoísmo local con la doctrina budista llegada de China, dos devociones que conviven pacíficamente y casi revueltas en la religiosidad japonesa. Cuentan con miles de dioses o deidades, en muchos casos con relevancia exclusivamente local.

De entre las cinco rutas posibles el grupo de gallegos eligió empezar por la Kohechi, la más difícil y aislada, por contar con tres pasos superiores a los mil metros. Pero comenzar aquí permite conocer un enclave mágico, Koyasán. Es una localidad peculiar donde existen más de un centenar de templos budistas y en prácticamente la mitad, los denominados sukubo, es posible alojarse y vivir una experiencia especial. En uno de los más famosos, el Ekoin, durmieron los peregrinos gallegos.

Las habitaciones son las típicas tradicionales japonesas, sin muebles, con suelo de tatami, donde, al llegar la noche, se extiende un futón. Por supuesto con los baños comunales tipo onsen y comidas servidas por los monjes. Lo más característico en Koyasán es el enorme cementerio donde reposa Kobo Daisi, quien trajo el budismo desde China. Con 200.000 tumbas y sus cedros de 800 años convierte la visita en algo obligado. También es posible realizar meditación y asistir a ceremonias budistas a primera hora de la mañana.

ETAPAS: Rutas escarpadas

Una de las claras diferencias con el Camino de Santiago es la dureza de la ruta. La península de Kii es montañosa y sus etapas, de quince veinte kilometros, pueden parecer muy modestas. Sin embargo, en recorrerlas se invierten de seis a ocho horas, lo que sorprende. Cuando se descubre que casi todas obligan a realizar ascensiones de 600 u 800 metros o más y bajadas similares, los datos empiezan a cuadrar.

El camino está perfectamente señalizado y no es fácil perderse. Lo jalonan cada poco pequeñas esculturas en piedra con sus propios altares y ofrendas, que representan diferentes deidades o kamis, espíritus de la naturaleza de acuerdo con las creencias sintoístas.

Las etapas acaban forzosamente en los valles, donde se encuentran las pocas aldeas en las que resulta posible alojarse en algún minshuku, alojamientos de tipo familiar, relativamente pequeños, donde uno se baña, cena, duerme y desayuna al más puro estilo tradicional japonés y a un precio razonable en un país con elevado nivel de vida. En contrapartida, una atención cálida y personalizada por parte de los dueños (abuelas, padres e hijos), casi siempre sorprendidos de ver a quince occidentales haciendo este camino.

En las tres primeras jornadas de la ruta Kohechi, de Koyasán a Omata, Miraguchi y Totsukawa, no se atraviesan más que enclaves muy pequeños, ni siquiera pueblos propiamente dichos. No hay cobertura de móviles ni, por supuesto, Internet. Es como si el Japón ultratecnológico no hubiera llegado a estas montañas en las que los espíritus se recrean en cedros y cipreses centenarios.

En el último de ellos, ya en un hotel magnífico, el Subaru, los peregrinos pudieron disfrutar de una de las pasiones de los japoneses, el karaoke.

Llegados a Hongu Taisha, acabadas las duras etapas de la ruta Kohechi, muy cerca existen varios pueblos dedicados casi en exclusiva al turismo termal, entre ellos Yunomine Onsen y Kawayu Onsen. El segundo se encuentra junto al río Otto, afluente del Kumano, y en él es posible bañarse al aire libre en aguas termales muy calientes y, alternativamente, refrescarse en el río. Lo cierto es que los baños onsen obraron el milagro de suavizar los músculos duramente castigados a lo largo de las horas de marcha.

La peregrinación gallega terminó con dos etapas desde Hongu a Nachi Taisha, con bastante calor, humedad y el camino más resbaladizo a consecuencia de la lluvia nocturna, a veces pavimentado con piedras y prácticamente cubierto de musgo. Ello hacía que el caminar y sobre todo los descensos fueran un poco peligrosos, de tal modo que menudearon las caídas.

HONGU: El gran «torii»

La ruta Nakahechi, que viene desde Tanabe, es la más frecuentada y antigua. Está más preparada, ya que hasta pueden encontrarse máquinas dispensadoras con café caliente, hay cobertura de móviles e incluso servicios y puestos anunciadores para emergencias. Oyunohara es el enclave donde se halla la puerta o torii (la señal de los emplazamientos sintoístas) más grande de Japón (33 metros de altura), y se emplaza donde estaba el antiguo templo de Hongu Taisha, barrido en 1899 por una crecida del río Kumano. El templo se reconstruyó poco después, idéntico, en un lugar más elevado, a 500 metros del anterior. En esta segunda ruta los paseantes gallegos encontraron algunos peregrinos. Fueron media docena en seis días. Pocos, pero al menos no caminaron en completa soledad.