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Xacobeo: Zapatero, Chaikovski y Rimski Korsakov

31 diciembre 2010 / Mundicamino

El enigmático título de este artículo llevará quizá a los aficionados a la música, que saben que Chaikovski y Rimski Korsakov fueron dos brillantes compositores, a pensar que la comparación entre estos y Zapatero se deriva de que el último, por ser un cantante, también se dedica en cierto modo a las artes musicales.

Pero no: tal pensamiento malvado no ha asomado siquiera a mi cabeza. En realidad los tres están en línea, después de los dos puntos que siguen a la palabra Xacobeo, por la vergonzosa decisión de Zapatero de no poner ni un pie en Galicia para ayudar a promocionar turísticamente nuestra región y, por tanto, el país del que es presidente del Gobierno: porque los tres son autores de célebres caprichos. Chaikovski compuso un armonioso Capricho italiano, Korsakov un no menos hermoso Capricho español y Zapatero, en fin, con su aludida negativa, un muy llamativo Capricho gallego .

Y es que han sido, al fin y al cabo, la veleidosa personalidad del presidente y su bien conocido sectarismo ideológico -vicios ambos que se traducen en una forma caprichosa de hacer política-, los que permiten entender lo que de otro modo resultaría inexplicable: que se haya negado a aparecer por Galicia un año en el que, con motivo del Xacobeo, la han visitado muchos millones de personas, atraídos por una ruta -el Camino de Santiago- que, más allá del hecho religioso, se ha convertido en un gran fenómeno social y cultural.

Nadie duda de que si el Camino terminara, no en Santiago, sino, digamos, en Sevilla o Barcelona, Zapatero se hubiera dejado ver una y otra vez y hubiera tratado de ponerse al frente de los caminantes, como el más fervoroso peregrino.

La razón de un comportamiento, por discriminatorio, tan inaceptable, hay que buscarla en el simple hecho de que en Galicia gobierna el PP, motivo por el que Zapatero ha decidido castigar con su ausencia a todos los gallegos -también a los cientos de miles que votan al PSOE-, demostrando una vez más que para él hay españoles dignos de atención (los que electoralmente le interesan) y otros que le merecen un olímpico desprecio.

Alguien podría replicar, y tendría razón, que también el PP sabe de sectarismo un rato largo, pero hay una diferencia fundamental, que es la que convierte el castigo de Zapatero a Galicia -pues de eso a la postre se ha tratado- en algo más que preocupante: que, después de casi siete años en la Moncloa, el líder socialista no ha entendido aún que es el presidente de todos los españoles. De hecho, por llevar años actuando como si lo fuera solo de una parte es hoy un hombre políticamente desahuciado, al que no quieren ni ver, no ya sus adversarios, sino tampoco los que afirman, falsamente, ser sus partidarios.