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Camino de Santiago: San Martín de Frómista, la iglesia que todos quisiéramos tener en casa

02 enero 2012 / Mundicamino

La acequiada Frómista. Reducto urbano en la inmensidad ocre de la Tierra de Campos Palentina. Terreno de nadie. Transición hacia la septentrional montaña, altiplano castellano. Confines de cereal, palomares. Encefalograma plano por paisaje. Zona travesada por el Canal de Castilla, flecha de la ilustración sobre la ruta Jacobea. Frómista esconde una de las joyas del Camino, Sant Martín. Un llavero de iglesia, que nos llevaríamos a casa como cualquiera de los manjares de la zona para uso y disfrute exclusivo de nuestros sentidos. Deleite para el buen gusto.

San Martín de Frómista cumple todos aquellos cánones que hacen del románico mi estilo predilecto. Esbeltez, elegancia de lo austero, sencillez en la forma aunque no en fondo. Aparejo perfecto, quizá excesivamente retocada, si bien luce preciosa. Es el reflejo de una época de recogimiento, de introspección. Cargada de detalles, de simbolismo. Un libro en piedra desnudado de todo aparejo posterior, bien fuera barroco, bien neoclásico, para evidenciar cuán bonito pudo ser este estilo en su época de esplendor.

Sus impostas guardan los mejores ajedrezados de la ruta hacia Santiago. Sus canecillos despiertan nuestra intelecto. Imaginario fantástico como pocos. Monstruitos boquiabiertos, burlescos, desafiantes, pero a quién, ¿al peregrino, al lugareño, a los malos espíritus?. Incógnitas pétreas camino del milenio de vida. A los pies dos torrecillas circulares, al modo alemán dicen los manuales. Estéticamente preciosas. Como remate, el más original de cuantos encontramos en el románico.

Atravesar el umbral de su puerta sur es adentrarse en el mundo miniado de la Edad Media. Proporciones perfectas, escala humana, espacio diáfano entrelazado con bella columnata de inmejorables capiteles. Merece la pena ver uno a uno. Historia medieval, libros hacia la muchedumbre analfabeta. Esas fueron las gacetillas de un tiempo de miseria y oscuridad. Eso es lo más reconocible que la madre Iglesia podía hacer entender a sus fieles. Hacer entender con imágenes, sin letra de por medio, ¿hablamos de Edad Media o siglo XXI?.