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Camino de Santiago: Esa saeta arabesca llamada Santo Tomás de las Ollas

18 febrero 2011 / Mundicamino

Abordemos de entrada que hablamos de arcos califales. Siluetas de herradura, como salidas de manos árabes. Fueron alarifes en esencia, aunque cristianos confesos, quienes trazando líneas, proporciones, muros y muretes dieron vida hace mil años a este hermoso templo. No estamos en los dominios del califato cordobés. Paseamos por Santo Tomás de las Ollas, pequeña población en el enjambre industrial que da acceso a Ponferrada, en el corazón del Bierzo leonés.

Aunque el camino francés hacia Santiago incluye varias obras mozárabes en su inventario, quizá la estrictamente legítima de aparecer ese listado de maravillas sea la iglesia de la población berciana. Las vecinas de Peñalba de Santiago al sur y la anterior de San Miguel de Escalada, en los confines de la tierra de campos leonesa, a la altura de Mansilla de las Mulas, aparecen en muchos itinerarios y guías en ruta hacia la meta compostelana. Sin embargo, son visitas de las llamadas colaterales, su ubicación no ocupa la centralidad del camino.

Sí que lo hace Santo Tomás de las Ollas, un amuleto de mampostería cuyo envoltorio cúbico engaña sobre lo que dentro se halla. Sus autores fueron mozárabes, otra de las raras mezclas en esa España dominada por los musulmanes al sur bajo en empuje cristiano venido del norte. Una miscelánea cultural que le ha dotado de tantas corrientes ajenas a las imperantes –románico, gótico,…- , como originales formas coronan sus joyas. En España quedaron para siempre los mudéjares, los estilos de Cisneros, plateresco y otros tantos que sólo aquí se pueden apreciar. Lo mismo ocurre con el mozárabe. El de este pueblo berciano es un ejemplo plausible. Desornamentada en su exterior, bella por dentro, cumple esos cánones tan arabescos de guardar la belleza para consumo doméstico. Estética de ámbito privado, como en Córdoba, como en Granada,…

El interior queda dividido en dos partes ante la excelente factura del arco triunfal en forma de herradura que abre paso a un hermosísimo ábside, cuyo remate bajo se hace por una arquería ciega, también de herradura. Arriba un hermoso techo de cuarto de naranja, forma esférica, la circular, la que todo incluye, la que amenaza con acariciar la perfección.