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El Románico, hospitales y hospederías en el «Camino»

04 mayo 2011 / Mundicamino

“Ya en España, unidos los Caminos aragonés y navarro en Puente la Reina, los peregrinos seguían la ruta hasta Estella, final de la tercera jornada para los que venían por Pamplona y punto de descanso para los demás”, subraya el estudioso Hipólito de Sa Bravo en su monografía Influencias del Camino de Santiago en la Cultura y el Arte de Galicia, Año Santo Compostelano/1982, Vigo, 1982. “Los autores o autor del Calixtinus –continúa– hace un elogio del pueblo de Estella, diciendo que era un pueblo fértil, con buen pan, óptimo vino, abundancia de carne y pescado en el que los peregrinos podían encontrar toda suerte de felicidades”. Pasando por los Arcos, Logroño y Villarrubia, se fijaba el recorrido de la cuarta jornada entre Estella y Nájera, yendo a caballo a través de tierras navarras y riojanas.

Camino que proseguía hasta Santo Domingo de la Calzada a fin de entrar en la provincia de Burgos. Después, Frómista, ya en la provincia de Palencia, recibía a los peregrinos en su monasterio benedictino y la iglesia románica de San Martín. Carrión de los Condes, Sahagún, el primer pueblo leonés del Camino Jacobeo, con su monasterio cluniacense generosamente protegido por el rey Alfonso VI y su esposa, la reina borgoñana doña Constanza. El autor se detiene en Sahagún para aludir a las “lanzas florecientes” del relato del arzobispo Turpín en su crónica de la batalla sostenida por el ejército de Carlomagno contra el rey africano Aigolando y sus tropas invasoras. La octava jornada iba de Sahagún, por Mansilla de las Mulas, hasta Léon, ciudad real, célebre por sus iglesias, hospederías y hospitales, lugar en que los peregrinos hallaban toda clase de alimentos e imprescindibles vituallas para continuar su camino. A continuación, Puente de Órbigo, la ciudad de Astorga hasta Rabanal del Camino, pueblo del partido judicial de Astorga, situado a la subida del puerto de Foncebadón. La décima jornada era por tierras del Bierzo, monte Irago, Molinaseca, Ponferrada, Cacabelos, hasta Villafranca. Más adelante, camino de Triacastela, que concedía la entrada a los peregrinos en Galicia merced al Cebreiro, en el puerto de Pedrafita, que deslinda la provincia de León y la de Lugo. “En los montes de Triacastela los peregrinos cogían una de las muchas piedras calizas que allí había –señala el profesor de Sa Bravo– y le trasladaban hasta Castañeda, en Arzúa, en cuyos hornos se hacía la cal que se utilizaba en las obras de la Catedral del Apóstol Santiago en Compostela.

Las dos postreras jornadas las llevaban a término por el suelo de Galicia. Triacastela y Palas de Rey. San Miguel, Barbadelo, Portomarín, Sala de la Reina, tierras de Sarria para llegar a la gloria monacal benedictina de Samos. En Portomarín, la Encomienda de los Sanjuanistas, con su hospital y las dos bellas iglesias románicas. El monasterio de Santa María de Loyo, en el cual se estima el origen de la Orden de Santiago. Ya en la provincia de A Coruña entrando por Santa María de Leboreiro, aldea y parroquia del ayuntamiento de Melide, que mostraba los hospitales de San Pedro y ‘Sancti Spiritus’. Luego, Vilanova, la actual Arzúa, Ferreiros en el ayuntamiento de El Pino, Labacolla y Santiago de Compostela. Conviene recordar, entre Melide y Arzúa, la desviación que no pocos peregrinos hacían para tomar el bendito descanso en el monasterio de Sobrado de los Monjes.