Apostol

«Good morning, bonjour, guten morgen, ni hao…»

10 agosto 2011 / Mundicamino

En la resaca del Año Santo 2010, la Ruta Jacobea vive un boom alimentado en parte por el efecto llamada de obras de escritores foráneos. Peregrinar a Compostela está tan de moda que hasta Fernando Alonso acaba de anunciar su deseo de apuntarse.

La fe mueve montañas. Y la palabra, piernas. La letra impresa, la literatura, serpentea como un río con meandros cuyas aguas van a dar a un mar, el Camino de Santiago, que anegan de almas. En esas lides se estrenó el brasileño Paulo Coelho, quien, con su Diario de un mago, de 1987, puso a media América Latina a desfilar hacia el sepulcro del Apóstol. Y lo emularon luego tanto Hape Kerkeling, cómico escritor de Bueno, me largo (2006), un bestseller, como Nam-Hee Kim, periodista autora, en el 2007, de un ensayo también centrado en la peregrinación al corazón de Galicia. Gracias en parte al primero de ambos, hoy recorren la Ruta el mismo número de alemanes que de gallegos, andaluces y vascos juntos. Merced a la segunda, entretanto, ahora arriban a Compostela un promedio de cuatro surcoreanos cada día, cuando en el 2005 ni siquiera llegaban dos por semana. Como ellos, millares de extranjeros se están calzando las botas de romero y poniendo rumbo a Santiago en un año, este que corre, ya histórico, pese al fin del Xacobeo 2010.

Buenos días, bo día, good morning, bonjour, guten morgen, buon giorno, ni hao? Sentado a su vera, en el Camino se ve, se escucha, una ONU pasar. Circunstancia inusual, como puede comprobarse en el infográfico de la página 5 de este Extra, en el 2011 lo están transitando más foráneos que españoles. Por cada 55 de los unos, aproximadamente circulan 45 de los otros. Lo sabe bien Teresa Suárez, que regenta un pequeño puesto de venta de recuerdos en Sampaio, Lavacolla, ya hacia la meta de esta carrera.

A sus 65 veranos, mientras despacha botafumeiros e imanes de la catedral, sostiene: «De aquí haille moi pouquiños, pero de fóra veñen unha chea este ano, moitísimos, tantos ou máis que o pasado, penso. Do Este, italianos, americanos?». «Eu -continúa- estou encantada cos estranxeiros, son todo educación. De momento, entre nós entendémonos por señas ou anotando os prezos nun papel. Pero, aínda que xa vou vella, a ver se para o 2012 fago algo de inglés, aínda que sea o básico, e os podo atender mellor, que o merecen».

Su testimonio lo corroboran más adelante Montse y Roberto, una joven pareja de la provincia de Pontevedra que este miércoles se afanaba en concluir el último tramo de la Ruta. «Somos de Vigo y, desde que arrancamos en Sarria [Lugo], la verdad, nos hemos encontrado de todo menos gallegos. Es una pasada. Aquí los de casa parecen ellos», relata la mujer a la par que el hombre asiente. Y a fe que es así. Lo dicen las estadísticas oficiales de la Iglesia y lo refrendan cientos de historias personales que, cada mañana, al desperezarse sus protagonistas, se topan en la encrucijada del Camino.

Historias como la de Kym Kyungah (38 años) y Oh Yeonkyung (39), vecinas de Seúl, la capital de Corea del Sur, que el viernes, tras un mes de aventura iniciada en la francesa Saint Jean Pied de Port, al fin pudieron abrazar al Apóstol. «Llegó un momento en mi vida -narra Kym- que estaba algo sobrepasada y necesitaba tiempo para mí misma, para pensar en mí y en mis cosas. Y vine aquí a buscarlo. Había leído un libro sobre el Camino de Paulo Coelho, otro de Kerkeling y otro más de una reportera de mi país. Y, leyéndolos, me pareció que este era el lugar ideal para venir a encontrar lo que necesitaba». ¿Regresaría, pues? Sin vacilar, a 12.000 kilómetros de su casa, apurando una caña entre Arzúa y O Pino, responde: «Se nos ha hecho un poco duro y a veces incluso doloroso, pero, sí, lo hemos disfrutado. Es precioso. Volvería a hacerlo otra vez, sin duda».

El que viene repitiendo experiencia una y otra vez sin cesar, desde que en Barcelona se celebraron las Olimpiadas de Cobi, es Raimund Joos, alemán de Eichstätt. «Soy -admite- un loco del Camino. Estoy enamorado de él, lo he recorrido ya veinte veces desde 1992: más de diez el Francés, dos el del Norte. tres el Portugués, uno el Primitivo, dos la vía de la Plata… Empecé por casualidad y ya no puedo parar. He completado más de once mil kilómetros, muchos más; soy casi un peregrino profesional». Y sin casi también, pues tanto bagaje acumulado ha terminado volcándolo en un puñado de guías sobre el fenómeno jacobeo. «He escrito diez y la mayoría de mis compatriotas que hacen el Camino llevan alguna de ellas dentro de su mochila. En mi país soy muy famoso en este campo», defiende. Aunque todavía no tanto como Kerkeling, a quien el 100 % de los teutones en romería parecen conocer. «Sé de él -comenta Ralph Mosler, de Colonia- porque es muy famoso allí, pero yo no he comprado su libro. Debo de ser de los pocos que no lo han hecho aún… Vi un anuncio en televisión, luego busqué información en Internet y, finalmente, me decidí a venir a probar el reto».

A María de Jesús Correa, residente en León (Guanajuato, México), le ocurrió algo diferente. «Había leído mucho sobre esta Ruta; a Coelho y a otros. Y también me la habían recomendado otras personas que habían venido y luego me habían platicado. Convencí a tres de mis hermanas para que me acompañasen y acá estamos», afirma. ¿Y cómo les fue? «Pensaba -contesta entre risas- que esto me iba a traer mucho equilibrio, espiritualidad, paz, buena vida… y de repente como que el cansancio le gana a la prosa, me mató».

Son historias del Camino, hijas de la literatura peregrina.