Apostol

El camino que elegían los primeros peregrinos

25 julio 2011 / Mundicamino

«Todavía nos queda mucho por investigar», asegura la historiadora Itziar Aloria en relación a los Caminos del Norte.

No es fácil precisar cuál fue en los albores de la tradición jacobea la relación exacta entre los puertos del Cantábrico y la peregrinación al lugar donde, según cuenta la leyenda, a principios del siglo IX el obispo Teodomiro encontró el supuesto sepulcro del Apóstol Santiago y que, en atención al hallazgo, se conoce desde entonces como Santiago de Compostela.

Como reconoce la historiadora, responsable de la Oficina Técnica del Camino de Santiago del Gobierno Vasco y miembro del equipo que acompaña al ‘Saltillo’, Itziar Aloria, «el Camino Francés nos lleva veinte años de ventaja en toro, también en lo relativo a la investigación. A nosotros, a los que estamos tratando de recuperar la importancia de los Caminos del Norte, todavía nos queda mucho por investigar».

Sí se sabe lo suficiente, sin embargo, como para reconocer que un peregrinaje del estilo del que, a pesar de las dificultades, está llevando a cabo el buque escuela de la UPV/EHU -muy similar al que completó en verano de 2007 la trainera de Orio-, no era el más habitual. «Tal vez alguien llegaría hasta Galicia de puerto en puerto, porque el cabotaje existía, pero en principio la ruta marítima lo que permitía era a los peregrinos que procedían del Norte de Europa arribar a los distintos puertos del Cantábrico y, desde allí, buscar la mejor ruta local para llegar hasta Santiago». Aquellos primeros peregrinos de los siglos IX o X, «séquitos formados por familias, grupos de monjes, eran viajeros con mucho poder y estatus social», y aprovechaban tanto las naves que cubrían rutas comerciales, así como la información y el conocimiento del terreno que tenían los mercaderes y sus redes de colaboradores».

Aloria subraya que, hace once o doce siglos, el incipiente camino a Santiago no tenía nada que ver con las rutas establecidas y señalizadas de la actualidad. La cuestión era llegar al sepulcro del Apóstol, por el camino que cada uno considerara más adecuado y, sobre todo, seguro. Y, por muy incómodos y duros que resultaran, los caminos del Norte -con sus correspondientes aproximaciones marítimas, en muchos casos-, eran más seguros que los que, finalmente, terminarían imponiéndose.

Porque, en el siglo XII, todo cambió. Los reinos de Navarra y Castilla se pusieron de acuerdo para crear la gran ‘autopista’ medieval de 750 kilómetros conocida como Camino Francés, que contó con su propia guía de viaje: el ‘Codex Calixtinus’ de Aymeric Picaud, escrito en 1135 y recientemente sustraído de la Catedral de Santiago del que, por cierto, nunca más se supo.

A partir de ese momento, una ruta pacificada y muy bien equipada comenzó a marginar a los antiguos caminos del Norte, de los que se fueron borrando muchas reminiscencias jacobeas que ahora, con iniciativas como las que está protagonizando el ‘Saltillo’, se tratan de relanzar.

Todavía, y a pesar del auge que están experimentando en los últimos años, los Caminos del Norte solo asumen una pequeña parte del tráfico que general la vías con destino a Santiago. En 2010, Año Santo y, por lo tanto, muy concurrido, el 70% de los peregrinos que acreditaron el Santiago que habían completado el Camino aseguraron haberlo hecho utilizando ese Camino Francés que lleva a los del Norte varios siglos de ventaja.