Apostol

Soy un peregrino sin ampollas en los pies

15 agosto 2011 / Mundicamino

Los motivos para echarse al Camino son tantos como personas peregrinan por él. El de Ángel Lucio Paniagua en concreto es la posibilidad de poner en entredicho sus límites, o dicho de otra forma, de ver hasta dónde es capaz de llegar con las dos prótesis que tiene en las piernas.

Ángel, natural de un pueblo de Cáceres, partió el 10 de julio de Somport (Huesca) para iniciar un peregrinaje que en principio terminará en Santiago de Compostela. «El objetivo era llegar a Santiago. Pero una vez empiezas el Camino, empiezas a ver los problemas», explica.

Su marcha es fruto del trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, la voluntad, la perseverancia y la superación. Hace 8 años que tuvo el accidente que le hizo perder los dos pies, pero no se ha dado por vencido. «Entre mi forma de ser y la gente que me rodea intento vivir mi vida lo más normal posible», cuenta Ángel.

La decisión de hacer el Camino no surgió de un día para otro, pero este año se ha visto con tiempo y con energías suficientes para lanzarse a él. Hacer el Camino «era un objetivo difícil», asegura Ángel, «pero asumible. Si tienes un problema para el desplazamiento, sabiendo las limitaciones que tienes, no haciendo el tonto se puede lograr».

Durante los 30 días que ya lleva de peregrinaje, ha visto hasta dónde pueden llegar sus fuerzas y su cuerpo ha terminado por adaptarse a las duras condiciones con que se ha encontrado. Lo importante, seguir su propio ritmo. «No tengo etapas fijas. Cuando veo que estoy mal, paro. Si estoy bien, sigo un poco más». A lo que añade, con humor, una ventaja que sólo él tiene, «no me salen ampollas en los pies».

Un cuerpo más fortalecido no es lo único que Ángel ha encontrado en el Camino. Su perspectiva sobre la vida, sobre las necesidades del día a día, se ha visto transformada. «Llega un momento en que te das cuenta de que tienes muchas cosas indispensables, pero te das cuenta de que en el Camino no las necesitas. Sigues respirando igual».