Apostol

Hospitalidad en plena ruta

17 julio 2016 / Mundicamino

Agapito Trigal es conocido por dedicar buena parte de su tiempo a atender a los peregrinos que pasan por delante de su casa, en San Miguel del Camino. Junto a su puerta, galletas, frutos secos, caramelos y algo de fruta ofrecen al caminante un buen rato de descanso solidario.

Son las 10.30 y ya hay un corrillo de peregrinos alrededor del banco que hay junto a su puerta. Son los que quedan de los casi 90 que han pasado por ahí a esta hora de la mañana Es la casa de Agapito Trigal, en San Miguel del Camino. A sus 82 años, ya es bien conocido entre los peregrinos que pasan por delante de su casa, justo en pleno Camino de Santiago. Junto al banco granate, una pequeña cesta con caramelos, galletas, cacahuetes y cortezas busca hacer un poco más ameno el recorrido de quienes se sientan un rato a descansar en este punto tan socorrido. «Peregrino, esto es para ti, te lo da Agapito, el amigo de los peregrinos. Buen camino», reza el cartel que invita a tomarse un piscolabis.

La solidaridad de Agapito Trigal le ha llevado a ser conocido entre los peregrinos de medio mundo y su nombre aparece hasta en algunas guías turísticas. Es difícil no acercarse aunque solo sea por curiosidad y allí mismo el caminante puede poner el sello de la credencial que acredita haber pasado por allí.

Trigal se gasta entre seis y diez euros al día en tener esta atención con los peregrinos. Los recibe y, si quieren, les da conversación, pero sobre todo les ofrece una sombra y un pequeño aperitivo par hacerles más agradable lo que les queda.

Su buen hacer le ha llevado a recibir miles de agradecimientos en forma de cartas, fotos, postales o libros en varios idiomas que él ha ido guardando cuidadosamente en álbumes que conserva y enseña con orgullo y con los que alguna vez se le escapa alguna lagrimilla de emoción. En total, atesora cerca de 200.000 testimonios desde que hace 18 años decidiera dar un poco de si mismo a los demás.

Agapito nació y se crió en San Miguel del Camino. Está acostumbrado a recibir a gente en casa, pues cuando era pequeño sus padres tenían un salón de baile en el pueblo por el que pasaba mucha gente. Es posible que de ahí le venga la vena hospitalaria que le caracteriza. «En aquel entonces, hace 50 años, pasaban como mucho cuatro peregrinos al día», explica, al tiempo que aclara que el ‘boom’ del Camino de Santiago comenzó en el 2000. «Fue en aquellos años de mi niñez cuando comencé a conocer a los peregrinos y, desde entonces, siempre me han llamado mucho la atención», apunta.

Agapito Trigal asegura que la cosa ha cambiado mucho desde entonces. «Ahora el 30% de quienes pasan por aquí hacia Santiago no son peregrinos, sino turismo barato». Él tiene claro la descripción. Y hasta la tiene apuntada: «Un peregrino es un hombre o mujer que se arriesga porque deja todo lo que tiene antes de conseguir lo que busca» o también «un soñador realista».

Él, según explica, es el único que hace este trabajo altruista tan peculiar desde Roncesvalles. «Hay alguien más en Pamplona y en Logroño, pero nadie más», sentencia.

Trigal pasó por un cáncer hace doce años. «Fue un momento muy duro de mi vida y los peregrinos me ayudaron mucho a superar una depresión». ¿Qué le aportan? «Sobre todo ilusión y a cambio reciben cariño y orientación». Esto último es, precisamente, lo que diferencia el pequeño descanso que ofrece el banco de Agapito de los establecimientos hosteleros que salpican la ruta.

Pero Agapito reconoce que se está pensando dejar este lado solidario al que dedica buena parte del día. «Tengo algún que otro detractor y hasta he recibido amenazas», explica. Se siente «cada día más desanimado «porque hay gente que no entiende lo que es el Camino y para algunos es sólo un negocio hostelero». Aprovecha para denunciar que las instituciones «no se preocupan» de la Ruta y que sus representantes «sólo quieren salir en la foto».

Sin embargo, él sigue haciendo lo que más le gusta cada día. Dar los buenos días a los peregrinos atenderles a su manera. De junio a octubre les ofrece los 800 kilos de fruta que le dan los árboles de su huerto, más de 40. «Esta huerta y los peregrinos son mi verdadero hobby», apunta.

En su particular balance, Agapito Trigal nunca ha tenido una mala experiencia. Todo, para él, le ha aportado algo en estas casi dos décadas en las que su pequeño banco ha sido un descanso en el Camino.