Apostol

El trabajador de banco que renunció a un empleo fijo para buscar su sitio

22 marzo 2017 / Mundicamino

Fue haciendo el Camino Portugués cuando descubrió que, en realidad, quería cambiar radicalmente de vida.

Enrique tiene una sonrisa tremendamente tranquilizadora. Sin hablar, solo sonriendo, invita a charlar con él aunque no se le conozca de nada. Enrique Ruiz Alcázar, natural de Andalucía pero pontevedrés de adopción, exhibe ese gesto amable en su rostro una tarde cualquiera en el vestíbulo del albergue de peregrinos de Pontevedra, donde lee un libro mientras espera a que lleguen huéspedes para atenderlos. Resulta que él es voluntario en este lugar. Pero no es uno más. Lo dice su compañera tras el mostrador del albergue, Carmen, que insiste: «Que te cuente cómo es que está aquí, que se te ponen los pelos de punta». Y por ahí empieza la cháchara con Enrique. «Me hice voluntario del albergue porque necesito tener contacto con el Camino de Santiago, porque a mí me cambió la vida hacer el Camino». Carmen, a su lado, indica: «Es cierto lo que dice, tiene una historia preciosa». Así que uno, sin tomar asiento siquiera pero con la sonrisa de Enrique como acicate, le escucha sin pestañear.Enrique es de Jaén. Pero no hay deje andaluz en su habla. Como mucho, son los verbos compuestos que utiliza los que delatan que gallego no debe ser. Se vino a Galicia hace unos quince años. Lo hizo por amor y sin billete de vuelta, porque aunque esa relación terminó, él continuó aquí. De hecho, sigue afincado en Pontevedra. De padre médico y madre enfermera, a él no le tiró la rama sanitaria. En principio, lo suyo eran los números. Estudió Empresariales. Y se empleó primero en el sector de la venta de seguros y, luego, en una entidad bancaria, donde llegó a tener un puesto importante. Trabajó en A Coruña, A Guarda y luego en Pontevedra. Le fue realmente bien. Tenía una nómina de 2.500 euros. Tenía un trabajo estable, de carácter fijo, que le permitía pagar su hipoteca y vivir cómodamente, tal y como él reconoce. ¿Le gustaba lo que hacía? «Supongo que sí, tampoco me lo planteaba demasiado. Era un buen trabajo, que me dejaba tiempo para hacer más cosas, como por ejemplo estudiar Psicología por la UNED, algo que me encantaba. Y tampoco me planteaba muchas cosas más».Un sueño premonitorioEl caso fue que un día, cuando tenía 36 años, sí llegaron los interrogantes a su vida. Hubo una conversación con una amiga sobre la existencia de señales o no que nos van diciendo si vamos por el camino correcto, un sueño muy intenso en el que Enrique se veía como un peregrino… y muchas preguntas asomándose por su vida. ¿Estaba, realmente, en el sitio en el que quería estar? ¿Era feliz? Quizás para intentar responderse a sí mismo, Enrique se lanzó en solitario a hacer el Camino de Santiago, la ruta francesa concretamente. Dice que ahí «empezó la transformación». No había preparado las caminatas, así que tuvo algunos problemas físicos. Pero, realmente, lo que recuerda de su peregrinación no son ni las ampollas ni otras lesiones musculares. Es su cambio interior: «Supongo que empecé a confiar en la vida. Y eso, la confianza, es lo que hace que pierdas tus miedos y te permitas replantearte muchas cosas. Me fui dando cuenta de que estaba encorsetado y de que no era eso lo que yo quería».Llegó del Camino de Santiago con la decisión tomada de cambiar de vida. Para empezar, dejó su trabajo. Adiós a su nómina, a su empleo fijo, al dinero seguro para pagar la hipoteca. Dice que no tuvo miedo. Que lo hizo con la seguridad de que la vida le traería cosas buenas. Lo cuenta sonriendo y uno no puede dejar de preguntarle: ¿lo habría hecho igual si tuviese hijos que dependiesen de él? «Es difícil saberlo. Supongo que es más fácil así, sin tener hijos, pero todo está en la confianza con la que uno haga las cosas», indica. Luego, explica en qué se convirtió su día a día desde entonces, porque ya pasó un tiempo prudencial desde su cambio radical.Se empleó a fondo en su formación. Tal y como resume en una página web de nombre bien elocuente -www.permitiendome.com-, se formó en materias como la bioneuroemoción, el reiki, las constelaciones familiares o la biodanza… Y comenzó luego a ejercer como terapeuta, aunque a él esa palabra no le acaba de convencer. Así empezó a hacer sesiones particulares pero también a impartir numerosos cursos con títulos bien llamativos como Amarme en pareja, Amar lo que es o La vida es un cuento.Insiste él en que su nueva trayectoria profesional aún está despegando. Y que espera que el 2017 sea un año de consolidación. Lo dice con la misma sonrisa con la que empezaba a hablar, con palabras calmosas y llenas de optimismo, como cuando cuenta que, en realidad, «hay un guion establecido para cada uno, hay que darle confianza a la vida». Luego, charla con ilusión de un nuevo curso que está a punto de impartir, este sobre el amor en la pareja… Uno le pregunta si habla con conocimiento de causa, o si se da la paradoja de que enseña sobre el amor romántico sin estar enamorado. Su sonrisa se convierte casi carcajada y apostilla: «Tengo pareja, la verdad sea dicha. Supongo que en cada momento haces lo que te pide tu cuerpo y tu mente y si estuviese en un momento personal distinto no podría dar este curso. Al menos eso creo».Insiste en disfrutar del momento. En ser consciente del ahora. En replantearse las reglas del juego. Y remacha antes de despedirse: «No conozco a nadie que cambiase de vida convencido de hacerlo y se arrepintiese».La fichaSus orígenes. Es natural de Jaén. Estudió en los Maristas y luego hizo Empresariales. Se vino a Galicia hace unos quince años.Su formación. Primero estudió Empresariales y luego Psicología. Adquirió formación en numerosas cuestiones como biodanza, reiki o bioneuroemoción.Su currículo. Era bancario, subdirector de una oficina. Lo dejó y es psicólogo