Apostol

La vida le brinda una segunda oportunidad y se la dedica al Camino

27 agosto 2018 / Mundicamino

Superó un infarto y se subió a la bici; llegó al Obradoiro tras doce días pedaleando desde Lourdes.

Santiago Vecino Pena llegó ayer al Obradoiro para culminar la meta que se había marcado: completar el Camino de Santiago en bicicleta desde Lourdes; 1.008 kilómetros en doce días, un reto que no podría ni imaginar cuando hace casi tres años sufrió un infarto. Gracias a los cuidados del equipo de Cardiología del doctor Peña y a los del grupo de rehabilitación, superó la difícil prueba, y como la vida le dio una segunda oportunidad, decidió exprimirla. Y se la dedicó al Camino y a la bicicleta. Ya lo hizo tres veces; desde Roncesvalles, desde Oporto con su nieto y ahora desde Lourdes, en homenaje a un familiar con cáncer que no pudo realizarlo y cuyo recuerdo emocionó ayer a Santiago ante las torres de la Catedral.

Los cuidados del equipo médico al que el peregrino tiene tanto que agradecer tuvieron mucho que ver en esta historia de superación personal, pero también el hecho de que Santiago es bombero en el parque compostelano y estaba en buena forma física: «De todos modos, yo me dedicaba a otros deportes, pero como en la bici estática evolucionaba bien pensé en hacer el Camino en bici. Algunos no lo entendían, pero el doctor Peña me animó, me dijo que podía hacer lo que yo quisiera, y me enganché».

Fue una experiencia inolvidable pero también dura. Al salir de Lourdes le robaron, y solventó la situación gracias a una vecina que le echó una mano. «Me pidió que pusiera una vela al Apóstol por un nieto que tenía enfermo, y eso es lo que voy a hacer», recordaba desde la meta. Fueron doce días de calor intenso, de lluvia, de pedalear con el viento en contra… Hasta de chinches, cuyas picaduras en Santo Domingo de la Calzada le acompañaron en todo el recorrido. Y de soledad. «La bici es muy solitaria, no tienes con quién hablar y es duro».

No ha sido un camino de rosas. Santiago reconoce que el verdadero peregrino, sufre. Por eso lamenta que la ruta se esté desvirtuando. «Al principio la gente te saludaba, ahora les dices ‘buen camino’ y muchos ni te responden porque van con los cascos puestos. Es una moda, y las modas, pasan. Se está convirtiendo en un negocio para pijigrinos. Creo que habría que tomar nota, porque yo en solo dos años lo noté. Tendrían que ser, como mínimo, 500 kilómetros, para que lo hagan los peregrinos de verdad».

Su intención era seguir hasta Fátima, pero se le acaban las vacaciones, tiene que reincorporarse al parque de bomberos y regresar con sus compañeros, a los que también les agradece su apoyo en esta su particular historia. Ayer, todavía no sabía qué hacer. «Yo me encuentro bien físicamente, pero me dicen que lo deje para otra ocasión, no sé…». Sea hasta Fátima, hasta Fisterra o hasta la próxima ocasión, lo que tiene claro es que ya no lo dejará: «Prometí que iba a hacer todos los caminos que pueda; ya que la vida me ha dado una segunda oportunidad… Tengo 56 años y me quedan pocos para jubilarme, y esto no se trata de superar ningún récord, pero sí de disfrutar del Camino. Estás deseando llegar y te emocionas cuando estás en el Obradoiro, pero luego te preguntas, ‘¿y ahora qué?’». Pues ahora, lo de siempre: «Buen camino».