Apostol

De Camino con su perro-guía

27 abril 2010 / Mundicamino

Alberto Elis es un bostoniano de 35 años, ciego desde 2006

Con su inseparable Zion disfruta la compañía de los peregrinos

Su próximo reto es empezar a estudiar la carrera de Derecho.

«Otros peregrinos me dicen que soy muy valiente pero yo creo que soy normal, no es tan difícil», señala con una sonrisa el joven Albert Elia, natural de Boston (Estados Unidos), a quien su ceguera no le ha impedido cumplir uno de sus sueños: recorrer el Camino de Santiago. Con la única compañía de su veterano perro-guía Zion, Albert comenzó su recorrido el pasado 10 de abril en Burgos con la mente puesta en llegar a Compostela, aunque sin una fecha fija.

Mientras descansa en el albergue Casa de Jesús de Villar de Mazarife (León) tras una larga jornada de caminata, el norteamericano explica que hace un tiempo residió en Holanda, donde oyó que un programa de televisión hablaba sobre el Camino de Santiago. «Pensé que estaba muy bien y que quería hacerlo andando pero no tenía tiempo», señala Albert, quien incide en que este año por fin surgió la oportunidad. «Tengo una amiga de Estados Unidos que está estudiando este curso en Alemania y que tenía vacaciones y me preguntó si quería viajar con ella por Europa seis semanas. Después, como tenía tiempo, me he venido a hacer el Camino», indica.

Hasta el año 2006, Albert llevaba una existencia normal y «trabajaba con ordenadores». Entonces se quedó ciego y tuvo que empezar una nueva vida. «No era posible seguir con el trabajo que tenía, así que me he dedicado a estudiar para poder entrar en una escuela de Derecho y también a aprender español», explica el norteamericano en un castellano más que aceptable. Tras aprobar el pasado mes de febrero el examen para acceder a la Facultad, el próximo verano completará los cursos que le faltan para empezar a estudiar Derecho en septiembre de 2011.

A sus 35 años, asume con naturalidad ser invidente y que a la gente le sorprenda verle recorriendo el itinerario jacobeo. Él se muestra «muy contento» de haber decidido emprender esta aventura, además de dar las gracias a los que le están ayudando. «Las mejores personas son los vendedores, los hospitaleros y la gente de los bares, que son muy simpáticos conmigo y con el perro», asegura, explicando que normalmente le dicen que no permiten animales en sus establecimientos pero en cuanto les comenta que es un perro-guía «no hay ningún problema».

Eso sí, reconoce que ha tenido contratiempos en algún albergue relacionados con el animal. «Hay algunos hospitaleros que no conocen los derechos sobre perros-guías y mis amigos tuvieron que llamar un día a la Policía para que me dejaran tener a Zion en la habitación conmigo», señala.

Respecto a la relación con el resto de peregrinos, explica que a todos les gusta mucho el perro y que les suelen desear ‘Buen Camino’, además de que siempre que lo ha necesitado le han echado una mano. A este respecto, señala que el principal problema al que tiene que hacer frente por su ceguera es seguir las indicaciones de por dónde va la ruta. «Es un poco difícil para mí saber dónde está el Camino porque el perro no ve las flechas amarillas, por eso es necesario que vaya con otros peregrinos», apostilla, explicando que, por el momento, siempre ha encontrado compañía.

«De Burgos a León fui con Igor, un hombre de San Sebastián, y luego he ido otros dos días con otra gente. Mañana no sé con quién voy a caminar por la mañana, en el desayuno preguntaré si puedo ir con alguien y espero que algún peregrino me diga que sí», añade Albert.

Otro problema al que se ha tenido que enfrentar es que a los pocos días de comenzar la ruta jacobea su perro-guía se hizo daño en las patas y, cuando lo llevó al veterinario, lo curó y le dijo que no debía caminar más de 20 kilómetros al día porque «ya tiene diez años y es mayor». «Por eso cada día conozco a gente diferente porque el resto de peregrinos suele hacer más kilómetros diarios», apostilla.

Todos estos inconvenientes, unidos a la dureza del Camino, no han hecho mella en Albert, quien se muestra encantado de vivir una experiencia como ésta. «Por la noche estoy muy cansado y el perro también, pero me gusta mucho», resalta el norteamericano, quien incluso se plantea continuar el Camino hasta Finisterre si no emplea demasiado tiempo en llegar a Santiago de Compostela.