Apostol

Los árboles del Camino de Santiago por Karin Kiser

15 octubre 2022 / Mundicamino

Me encontraba en alguna parte de la meseta entre Burgos y Astorga. En pleno verano, avanzaba por el camino francés, y sin embargo, no había un solo peregrino a la vista. El clima era cálido, seco y glorioso. A mi alrededor, los campos de trigo se antojaban interminables. Sin automóviles ni tractores, estaba sola. Mi única compañía eran los pájaros que cantaban alegremente. Inmersa en la belleza de la quietud, los minutos se convirtieron en horas.

De repente, distinguí algo a lo lejos. ¿Sería uno de aquellos diminutos pueblos que parecían surgir de la nada a lo largo de la meseta? No, no era el capitel de una iglesia lo que estaba allí adelante. Más bien, era un árbol, solo. Solitario. Era como si anduviera en el desierto y me topara con un chorro de agua por primera vez en mucho tiempo. ¿Acaso mi mente me jugaba una mala pasada?


Conforme me acercaba, el árbol parecía agigantarse contra el fondo del cielo perpetuo. Pronto me di cuenta de que el árbol no estaba directamente a un lado del sendero principal del Camino, sino en medio de un campo. “Qué importa”, pensé. Valdría la pena el desvío. Me dirigí a él, fantaseando con el picnic que disfrutaría a la sombra de sus tupidas ramas. Me aproximé, admirando la fuerza y la resistencia de ese árbol tan aislado.

De pronto, sentí como si me hubieran lanzado un fuerte puñetazo al estómago. Al parecer, no era la única peregrina que optó por salir del sendero para refugiarse bajo ese árbol. El magnífico sitio de descanso ideal para un picnic que imaginé tenia más bien el aspecto de un baño sucio, rodeado de pañuelos desechables usados y desechos humanos. Con el corazón roto, me disculpé con el árbol; incrédula, permanecí junto a él unos momentos, para después darme la vuelta y alejarme.

Durante días me pregunté una y otra vez cómo era posible que las personas recorrieran un ancestral camino espiritual, un sitio colmado de historia, y se olvidaran de no dejar a su paso nada más que sus huellas. Decidí contribuir a dejar el Camino en mejores condiciones de aquellas en las que lo encontré. Desafortunadamente, a pesar de mis buenas intenciones, lo último que deseaba mientras caminaba todo el día cargando mi mochila y mis bastones de senderismo era detenerme a recoger basura. Agacharme con toda esa carga me parecía una labor titánica. Así que no fue sino hasta años después, cuando me ofrecí como voluntaria en un albergue en Galicia en 2018, que llegó mi oportunidad. Durante la temporada de dos semanas me hice cargo del tramo de tres kilómetros a cada lado del albergue y reuní una docena de bolsas de basura. Desde entonces, he recogido cerca de cien bolsas a lo largo del camino francés.

La experiencia me transformó. Supe que estaba destinada a formar parte del Camino sin limitarme a andarlo. Fue entonces que tomé la decisión de utilizar parte de las ganancias obtenidas por la venta de mis libros para apoyar los trabajos de mantenimiento del Camino. Este año, había programado llevar a España a un pequeño grupo de veteranos del Camino con el fin de continuar con la recolección de basura, pero, lamentablemente, el 2020 tenía otros planes para todos nosotros.

Pero las cosas no quedaron así. Mientras el Camino descansa, estoy emprendiendo una nueva aventura para retribuir al Camino lo que este me ha regalado, y tiene que ver con los árboles. Sin duda, para mí la parte más difícil del trabajo de limpieza del Camino ha sido ver esos hermosos árboles rodeados de desechos. Los árboles, como seres vivos que son, merecen algo mejor que eso. Ellos limpian el aire y proveen una muy apreciada sombra a lo largo del trayecto. De hecho, un solo árbol es capaz de absorber 4.5 kilogramos de contaminantes atmosféricos al año. Los árboles no solo son los pulmones de la Tierra y depósitos de almacenamiento de dióxido de carbono. Son fuente importante de inteligencia natural, sabiduría ancestral y propiedades curativas. Pasar tiempo entre ellos contribuye a estimular nuestro sistema inmunológico, bajar nuestra presión arterial e incluso nos ayuda a dormir mejor.

Aunque no puedo recoger basura en torno a los árboles del Camino de Santiago este año, sí puedo unirme a grupos locales en España dedicados a plantar más árboles en ese suelo. Desde ahora hasta finales de abril de 2021, eso es justo lo que haré. Lo llamo mi proyecto de «Regeneración Mundial con Árboles» y espero inspirar a muchas otras personas a plantar árboles en España, pero no solo allí, sino en todo el mundo. Puesto que, tristemente, cada día se talan más de 32,000 hectáreas de árboles, se necesitará que se unan a nosotros, que somos unos cuantos, muchos congéneres más con el propósito común de regenerar la Tierra.

¿Qué puedes hacer tú? Muy sencillo. Planta un árbol en tu jardín. Protege los bosques ancestrales y a los mayordomos que los cuidan. Apoya a los grupos de reforestación de tu comunidad. Únete a otros habitantes del planeta entero que se han propuesto restaurar la armonía y el equilibrio de la Tierra, un árbol a la vez.

Karin Kiser es autora de El camino hacia tu interior y Después del camino. Para obtener más información sobre cómo plantar árboles a lo largo del Camino, envíale un correo electrónico a [email protected]. Los libros El camino hacia tu interior y Después del camino están disponibles a través de Camino Chronicles Press www.CaminoChroniclesPress.com.