Apostol

Una gran ciudad en el Camino

11 agosto 2010 / Mundicamino

«El Camino en Navarra» llega a Pamplona desde Zubiri en su tercera etapa. Los 20,5 km son fáciles de cubrir en un terreno en el que predomina el llano. El camino atraviesa puentes medievales junto al río Arga y esconde la campana más antigua de Navarra.

LOS primeros rayos de sol iluminan la senda del peregrino que atraviesa el Puente de la Rabia de Zubiri. Envuelto en cerros cubiertos por una densa alfombra de pinos, el caminante deja detrás de sí el sonido que produce el río Arga en su paso por esta localidad. El río acompaña y cruza esta etapa en numerosas ocasiones hasta llegar a Pamplona.

Los primeros pasos encuentran un terreno pedregoso, que atraviesa un pequeño riachuelo con la ayuda de un puente de madera. Tras afrontar una serie de desniveles y alcanzar el asfalto, se encuentra un tramo mal señalizado y con fuertes desniveles junto a una gran explotación de magnesita. Se debe atravesar la carretera en una ocasión y se debe prestar absoluta atención a las señales para no extraviarse.

Tras veinte minutos caminando por este terreno, el caminante entra en uno de los muchos bosques que hay que dejar atrás para llegar a la capital navarra. Láminas de piedra conforman un pavimento que acompaña durante un breve tramo hasta convertirse posteriormente en asfalto. Este cambio anuncia la llegada a la pequeña villa de Ilarratz. Unos minutos más tarde Ezkirotz da la bienvenida con una gran casa de piedra en la que unas viejas plantas trepadoras han cubierto su pared.

Las catalanas Amalia y Asunción Saula han visto en el Camino de Santiago una oportunidad para desconectar del trabajo y vivir una experiencia en el campo. Acompañados de sus maridos, Josep Grau y Josep María Sagredo, creían que llegar a Pamplona era suficiente para hacer una pequeña escapada: «Venimos desde Roncesvalles, y ya habíamos hecho otros tramos. Cuando sacamos unos días aprovechamos y hacemos un trocito», aseguraban.

Tan sólo dos kilómetros más tarde, y tras haber cruzado grandes pastos en los que pasta el ganado, se alcanza el pueblo de Larrasoaña, con gran tradición en el Camino de Santiago. Son muchos los peregrinos que deciden alargar la etapa anterior hasta el albergue ubicado en la plaza principal. Otros muchos se desvían hasta aquí para rellenar sus cantimploras en la fuente ubicada a las puertas del albergue.

El peregrino pronto se encuentra envuelto en densos bosques y caminando por una senda de pequeñas piedras. El agua no es inconveniente en esta corta etapa, ya que son muchos los lugares en los que el peregrino puede refrescarse. Y es que a escasos cinco minutos de Larrasoaña se alcanza la villa de Aquerreta. Aquí hay una fuente que no requiere desviarse del camino, y la pequeña plaza que se atraviesa es el lugar escogido por muchos caminantes para hacer un pequeño descanso y disfrutar las vistas de unos montes en los que las hileras de árboles parecen no tener fin.

Tras un pequeño repecho de asfalto, el camino se estrecha hasta tal punto que los peregrinos deben caminar uno tras otro. La senda, tímida, parece no atreverse a molestar al bosque centenario que atraviesa, y en ocasiones tan solo alcanza el medio metro de ancho.

Óscar Escribano decidió hacer el Camino desde San Juan Pie de Puerto, pero no tiene claro su destino final: «Tengo 15 ó 16 días, así que continuaré hasta donde lleguen mis fuerzas», afirmaba. Este zaragozano tenía alojamiento asegurado en Pamplona: «Tengo amigos viviendo allí, así que ya conozco la ciudad. Seguro que me reciben bien», añadía.

Pronto se alcanza una señal que indica que quedan 11,3 kilómetros para llegar a fin de etapa. Inmediatamente se llega a Zuriáin, que depara un tramo peligroso a su salida. El caminante deberá arrimarse en la medida de lo posible al borde del pequeño arcén de la carretera nacional 135. Tras 300 metros, el camino abandona esta ruta y conduce directamente a Iroz.

Un tesoro escondido

Poco después se alcanza el puente de Iturgaiz, del siglo XII, que cruza de nuevo el río. Así se llega a Zabaldika, que depara un pequeño tesoro, custodiado por tres religiosas del Sagrado Corazón. La iglesia de San Esteban, del siglo XIII, acoge al peregrino con cerezas y agua, para disfrutar de un reposo en un mirador natural desde el que se puede apreciar todo el valle. Para llegar hasta aquí hay que desviarse unos metros del Camino y afrontar un desnivel que hace resoplar al peregrino exhausto.

Marisol Soler Donaz es una de las hermanas que recibe al caminante: «Aquí está la campana más antigua de toda Navarra, que cualquiera puede subir y hacer sonar. También tenemos una pila bautismal del mismo siglo en que se construyó la iglesia», aseguró. Más de 4.000 peregrinos de 73 países diferentes han visitado este rincón en lo que va de año.

A partir este paraje, el peregrino debe caminar por un terreno pedregoso durante 3 kilómetros. Desde lo alto del cerro que se ha coronado para llegar a la iglesia de San Esteban se debe descender al nivel de la carretera, que conduce al peregrino a Villava.

Esta localidad recibe al peregrino con el calor del pueblo que ha sido ruta del Camino durante cientos de años. Aquí se encuentran numerosas fuentes a escasos 4 kilómetros de Pamplona. La calle Mayor conduce directamente a Burlada. El trasiego del tráfico y las calles llenas de gente son un anticipo de lo que Pamplona depara. La señalización es clara, y no hay posibilidad de extravío.

Recorrer este tramo es sencillo. No hay desniveles y las aceras y el asfalto hacen que los pies se encuentren cómodos. En un recodo que gira a la derecha surge, imponente, única, la catedral de Pamplona.

El peregrino alcanza la gran ciudad del Camino en Navarra, y atraviesa el río Arga por el puente de la Magdalena. Tras superar las murallas y cruzar el Portal de Francia, el casco antiguo recibe al caminante exhausto, que podrá recuperarse a base de pinchos y de un buen vino navarro. Puente la Reina espera a 24 kilómetros.