Apostol

Camino Castellano-Aragonés

Etapa

8

Cultura

San Leonardo

En su término municipal hay vestigios del Neolítico y el Calcolítico, así como importantes asentamientos en la Edad de Bronce y un castro que, habitado en la Edad de Hierro, llegó a convertirse en una importante población celtíbera que dio origen a Arganza, arrabal de San Leonardo, en época romana, al ser obligados los habitantes del castro a bajar al valle. El origen del actual núcleo de población de San Leonardo es, precisamente, un hospital de peregrinos situado en el cruce de caminos que, inicialmente atendido por monjes benedictinos de San Pedro de Arlanza bajo la advocación del santo francés «St. Leonarde», allá por el s. X, que fue posteriormente auspiciado por el rey castellano Alfonso VIII. San Leonardo se convirtió en villa abacial a finales del s. XII. En el s. XVI, Juan Manrique de Lara se convirtió en señor de la villa de San Leonardo y sus aldeas, Navaleno, Casarejos y Vadillo, gracias a la intervención de Felipe II. De esas fechas datan los restos de su fortaleza-palacio renacentista, pionera de las fortalezas abaluartadas que se prodigaron en el nuevo mundo.
La «carretería» y actividades como la industria de la pez y la resina, antaño, así como la transformación de la madera, la micología y el turismo, hoy, han hecho de esta villa la población próspera que es y que cuenta con una de las mayores fábricas de puertas de Europa.
El turismo constituye en la actualidad una de sus mejores bazas. Alberga numerosos atractivos, entre los que cabe destacar el Parque Natural «Cañón del Río Lobos», que ocupa buena parte de su territorio, y su cercanía a otros parques y lugares naturales de la comarca. Sus frondosos pinares albergan numerosas especies silvestres, gran riqueza micológica y preciosos rincones con áreas recreativas. Su templo parroquial cuenta con importantes obras de arte sacro.

Hontoria del Pinar

El Cañón del Río Lobos, cuyo lecho sirve de límite a lo largo de varios kilómetros, entre ambos pueblos, fue un excelente cazadero para las gentes del neolítico. También hay otro castro celtíbero y numerosas huellas de su época romana, despoblados medievales y ermitas románicas.
El municipio de Hontoria del Pinar cuenta con notables atractivos turísticos tanto en el paisaje como en los testimonios artísticos de su historia pasada. El entorno de Hontoria y sus dos barrios cuenta con bellos panoramas llenos de contrastes. Los más emblemáticos son el Cañón del Río Lobos, el Pico Navas, el Valle de Costalago y el Pozo Ayrón, además de numerosos monumentos.

Rabanera del Pinar

Sus orígenes arrancan en la edad de bronce, según algunos hallazgos en cuevas, aunque su primera mención histórica data del 1 de mayo de 1075, en una cita al Monasterio de San Juan de Ravenaria. Perteneció al Alfoz de Hontoria, después a la Merindad de Silos, más tarde fue villa abacial, dependiente del Abad de Fuencaliente; en el s. XVI fue parte de la Tierra del Condestable y en el s. XVIII, villa de realengo. En 1950 llegó a tener 414 habitantes

La Gallega

Su primera mención histórica está referida a la alberguería de «El Galego», en 1211. Hospital de San Miguel de Gallego, en 1217. (en otras fuentes se cita como Hospital de los Gallegos). Es, por tanto, otro claro ejemplo de núcleo de población surgido alrededor de un hospital de peregrinos en la Edad Media, como vimos en el caso claro de San Leonardo.

Mamolar

Los primeros habitantes de Mamolar serían repobladores llegados a la zona durante los momentos de recuperación y liberación cristiana del siglo X. El nombre del pueblo figura ya en un manuscrito del Monasterio de Santo Domingo de Silos datado en 1171.
La vida en esta pequeña población hubo de ser especialmente dura durante los inicios de la Reconquista. Muy dramáticos tuvieron que ser los primeros años del siglo XI, debido a los ataques de Almanzor.
Tras la muerte del temible caudillo musulmán, Mamolar creció económica y demográficamente. A él se añadieron aldeas como Matalacasa, Paúles y Quintanilla, pertenecientes al alfoz de Lara y a la Merindad de Santo Domingo de Silos.

Santo Domingo de Silos

Los primeros asentamientos en Silos y su comarca datan de época prehitórica. La vida monástica en la comarca y, especialmente en Silos, comenzó en la época visigoda. Se piensa que pudieran ser pequeñas comunidades independientes, aunque relacionadas entre sí.
Los datos históricos sostienen que el Monasterio de Silos tuvo su origen a comienzos del siglo VII. En estos momentos, los monjes alternaban el modelo eremítico con la vida monacal comunitaria, mediante colonias monásticas. Esta forma de vida estuvo vigente desde el siglo VII hasta finales del primer cuarto del VIII, momento de la conquista musulmana.
En el siglo X, la comunidad de monjes de Silos goza de una vida pujante y es una comunidad muy bien organizada. A fines del siglo X y la primera mitad del siglo XI, el Monasterio decaerá material y espiritualmente, a causa de las terribles razzias llevadas a cabo por Almanzor.
La llegada a Silos del Abad Santo Domingo en enero de 1041 y su mandato durante 32 años hará girar la historia del monasterio alrededor de su extraordinaria personalidad. Gracias a él y a sus sucesores, nace el gran monasterio románico
Entre los siglos XI y XV, Silos será un monasterio lleno de vida y actividad. En estos momentos es ya una comunidad influyente; un importante centro de peregrinaciones; un centro educativo con su escuela monástica; un extraordinario centro cultural, con su scriptorium, del que salieron el Beato conservado en la Biblioteca Británica de Londres; un centro artístico con su extraordinario taller de orfebrería, y un centro económico que alimenta a muchas aldeas, iglesias, granjas y pequeños monasterios.
Llegado el siglo XV, en 1512, Silos pasa a depender de la Congregación Benedictina de Valladolid, y la comunidad se normaliza desde 1512 a 1835.
En este año queda interrumpida la vida monástica en Silos. El decreto de desamortización de Mendizábal obliga a la comunidad benedictina de Silos a dispersarse. Es en este momento cuando se pierden casi todos los manuscritos de su archivo, las joyas y casi todas sus obras de arte.
Gracias a Dios, en 1880, un grupo de monjes benedictinos franceses de la Abadía de Ligugé salvó a Silos de la ruina completa al instalarse en el monasterio, que fueron reconstruyendo. Igualmente consiguieron recuperar buena parte de sus archivos. Desde entonces la Comunidad Benedictina de Silos ha sido un faro luminoso para la comarca. Silos ocupa un lugar destacado en la Orden Benedictina actual.