Guadix
Nos encontramos en uno de los asentamientos más antiguos de España. Guadix nos ofrece abundantes testimonios que parten desde la edad de piedra, pasando por la edad de los metales en su etapa prehistórica.
Estamos ante el que fue uno de los enclaves más importantes de la ruta de comunicación natural entre las zonas levantina y bética, que como cita el documento del cual se extrae esta información “su entrada en la historia viene determinada por su condición de cruce de caminos” y, por tanto, puente de “civilizaciones, cultura, religiones, comercio,…” en todos los aspectos de la vida humana. El geógrafo renacentista neerlandés Jan Blaeu en su «Atlas Maior» sitúa la fundación de Acci en el año 1.000 a.C., por los fenicios de Pigmalión regente de Tiro y hermano de la fundadora mítica de Cartago, aunque lo lógico es que tal fundación fuere de una factoria comercial, y, por supuesto, muy posterior, quizá en el siglo VII a.C. El historiador hispanista antiguo Adolf Schulten sitúa a Acci por esa época en la órbita de Tartessos. No quedan vestigios de la presencia cartaginesa, pero sí la leyenda-teoría de que la esposa indígena de Aníbal, Himilce, pudiera ser de Acci, en vez de Cástulo (Linares).
Éstos establecieron el nudo de comunicaciones entre las calzadas que en su momento enriquecieron la denominada Vía Augusta. Julio César la elevó como colonia en el año 45 a.C., tras la batalla de Munda en Hispania frente a los «pompeyanos», según J. M. Santero, llamándola por entonces Ivlia Gemella Acci, en la cual se asentaron los legionarios eméritos de la llamada Legio Secunda y Prima Venacula, con el fin de tomar esposas entre la población indígena presente en la zona, constituyéndose así como colonia romana. Con el paso del tiempo, la colonia Acci llegó a acuñar moneda propia con diferentes valores. Estas monedas se pueden encontrar, en nuestros días, distribuidas por todo el antiguo imperio y gran parte de sus fronteras mediterráneas establecidas en aquellos tiempos. En la actualidad las podemos encontrar en los museos arqueológicos más importantes tales como los de Roma, Jerusalén, Mérida,…
En el punto donde se encuentran actualmente el templo catedralicio y la plaza del Ayuntamiento, estuvo situada la “encrucijada del campamento romano” por entonces.
Según la tradición Acci es considerada la primera ciudad convertida al cristianismo en Hispania, y primera sede episcopal, fundada por San Torcuato, quien proveniente de Palestina, con los llamados Siete Varones Apostólicos, desembarcó en Cartago Nova o Adra, y desde allí se dirigió al Guadix hispanorromano, culminándose la conversión de la ciudad con el bautizo de la matrona romana Santa Luparia, aunque los cristianos, y Torcuato a la cabeza, fueron objeto de las persecuciones imperiales.
En la España visigoda se mantuvo, siguiendo la anterior tradición, como sede episcopal de la iglesia católica, entonces conocida como Acci, y sufragánea de la Archidiócesis de Toledo que comprendía la antigua provincia romana de Cartaginense, en la diócesis de Hispania. En este periodo, la ciudad de Guadix consolidó su carácter episcopal. Integrada en la geografía eclesiástica visigótica, los obispos de Guadix tuvieron presencia destacable tanto en los Concilios de Toledo (capital del reino visigodo de España) como en las decisiones de mayor relevancia de la corona hispánica. Se puede afirmar, como indica el texto informativo, que “el Toledo de los Godos tiene su sucursal accitana en el sureste español”, donde el representante regio sería el mismo obispo en persona.
Esta dignidad eclesiástica le venía a la ciudad de varios siglos atrás. Como botón de muestra cabe citar que en el año 304 d.C., el obispo de Guadix, Félix, presidió el Concilio de Iliberis, sin lugar a dudas el que fuera el más importante de la España romana.
En el periodo andalusí Guadix atravesó siglos de diversidad en su suerte. Pasó por periodos de esplendor y de decadencia, debido a episodios epidémicos, bélicos o de sequías.
Según las crónicas árabes fue ciudad en un principio díscola a los omeyas, participando incluso en rebeliones en la época de las revueltas del muladí, reconvertido al cristianismo, Ibn Hafsum. Cabe destacar la importancia militar que por entonces le fue concedida por Abderramán III allá por el siglo X.
Al declive del califato fue territorio limítrofe entre Ziríes granadinos y Banu Jayrán almerienses. En 1018, fue asesinado el pretendiente califa omeya Abderramán IV, por parte de sus partidarios, entre otros Jayrán de Almería, en Guadix, tras ser derrotado su ejército por el de Zawi Ibn Zirí de Granada.
Integrado en el Imperio Almorávide, tras las primeras taifas, en el declinar de éste y en medio de sus luchas contra los almohades por el control del Magreb y al-Andalus, el guadixí Ahmad Ibn Malham proclamó un señorío independiente en Guadix y Baza en 1145, si bien aliado, o vasallo, de los almohades. Tras la conquista de éstos del al-Andalus musulmán, Ibn Malham acabó sus días en Marrakech, siendo el jardinero, tenía vastos conocimientos de botánica, de la residencia califal de la Bujaira.
Tras la caída del poder de los almohades en la Península Ibérica, se integra en el último reino musulmán de al-Andalus, el Reino Nazarí (o Nazarita) de Granada. En 1313 se produce una sublevación que, encabezada por el cuñado, emir de Málaga, del rey Nasr, provocará el 8 de febrero de 1314 la abdicación de éste en la persona de su primo Ismaíl I, a cambio del gobierno de Guadix, donde mantendría un reino-feudo independiente hasta su muerte en esta ciudad en 1322.
El día 15 de enero de 1362 se libró la batalla de Guadix, en la que las tropas del reino de Castilla y León fueron derrotadas por las del reino nazarí de Granada. Al mando de las tropas castellanas derrotadas se encontraban los caballeros Diego García de Padilla, Maestre de la Orden de Calatrava, Enrique Enríquez «el Mozo», Adelantado mayor de la frontera de Andalucía, y Men Rodríguez de Biedma, Caudillo mayor del obispado de Jaén.
Las guerras civiles acaecidas en el reino musulmán en los últimos tiempos de la denominada dinastía Nazarí convirtieron a Guadix en la capital del breve reino musulmán capitaneado por la figura de Abú Abdallah Muhammad «El Zagal» (El Valiente), quien aliándose alternativamente a sus correligionarios o a los castellanos acabó siendo víctima de los sentimientos de rencor y de venganza, ya fueran propios o ajenos a él. De este modo posibilitó y facilitó la llegada de los castellanos con los Reyes Católicos y el Cardenal Mendoza a la cabeza. En noviembre de 1489 fue entregada la ciudad a los conquistadores castellanos.
Son figuras reconocidas originarias del Guadix musulmán el filósofo y médico sufí Abú Yafar Ibn Tufayl (Abentofail), el poeta sufí Abulhasán Alí Abdalá an-Numairy al-Sustari, las hermanas poetisas Zaynab y Hamda (o Hamsa) bint Ziyab, así como el eminente arquitecto Es Saheli al-Garnati, constructor de las mezquitas patrimonio de la humanidad en Tombuctú (Malí), aunque algunos sitúen su cuna en Granada, el eminente cronista medieval Ibn Khaldún de Túnez («Prolegómenos») proclama su nacimiento en la ciudad accitana.
El por entonces llamado «tercer rey de España», el Arzobispo de Toledo, Pedro González de Mendoza, fue uno de los personajes clave en la historia de esta ciudad a partir de 1487. A su persona se debe, como se cita, “la configuración de la ciudad como un enclave episcopal”, así como también “sede del corregimiento más extenso de la corona de Castilla, el poder de la casa del Infantado y la mitra toledana juntas”, las cuales propiciaron “las concesiones regias del marquesado del Cenete para D. Rodrigo de Vivar y Mendoza y la conversión de la mezquita en sede catedralicia”.
Las frecuentes y abundantes guerras entre religiones y culturas producidas durante la Reconquista, se extendieron prácticamente a lo largo de todo un siglo. Ya por el año 1570 d.C., y en tiempos de Felipe II, se dio orden de evacuar a los moriscos vencidos desde el reino de Granada hasta zonas del Levante, de La Mancha y Extremadura.
Como cita el autor del texto “esta medida tendente a solucionar la llamada Rebelión de las Alpujarras hizo desaparecer de nuestro entorno a gran parte de la población ancestralmente autóctona” deportando a una gran cantidad de personas, lo cual tuvo graves repercusiones en una de las industrias más fructíferas como fue la de la seda.
Tras expulsión acaecida en el año 1570 d.C. retornaron de manera clandestina y con carácter subversivo, una pequeña parte de los exiliados, los cuales situándose en el entorno de la ciudad, excavaron sus viviendas en la arcilla, lo que dio lugar a la aparición u origen de las conocidas y tan populares cuevas, según una teoría. Éstas se convirtieron en un “hábitat comunitario y organizado”. Según otra teoría, las cuevas habitadas tienen su origen en el propio momento de la Reconquista, siendo los cristianos más pobres, sin capacidad de adquirir vivienda intramuros, los que se establecieron excavando los cerros arcillosos colindantes.
La dinastía de los Austria concedió a Guadix los “privilegios propios de una ciudad del antiguo régimen”, aunque la castigó duramente, por otro lado, tanto en el aspecto económico “por la exacción de impuestos como a su juventud por la necesidad de mantener en Europa un prestigio dinástico lleno de inmensos esfuerzos militares”.
El periodo borbónico, como cita el autor, no puede denominársele el Siglo de las Luces, “pues a la oscuridad inicial las nuevas militarizaciones juveniles para la guerra de Sucesión”, se une el hecho de que en el reinado de Carlos III se acabó con una de las instituciones culturales y académicas con más prestigio de la historia de esta ciudad, como fue el Colegio de San Torcuato de la Compañía de Jesús, dejando exclusivamente al seminario diocesano las posibilidades académicas de esta época. De todos modos cabe decir que los Borbones dotaron mejor las obras de la catedral, las cuales fueron finalizando antes de la entrada napoleónica.
El periodo francés supuso un “cáncer” para la ciudad, iniciándose una etapa de decadencia que abarcó todo el siglo XIX. Durante este siglo las guerras, epidemias y desastres sociopolíticos fueron ingentes y paralelos a los vividos por entonces en el resto del país. La carencia de una revolución industrial supuso un alto índice de mortandad entre la población infantil, de igual forma trajo la práctica de la esclavitud laboral para la mayoría de la sociedad.
Purullena
La historia de Purullena se remonta al menos al año 1800 a. C., según se ha hallado en el yacimiento arqueológico de Cuesta del Negro. En este yacimiento se encuentra un recinto fortificado y una necrópolis con ajuar funerario así como un asentamiento de la Edad de Bronce tardío. Del paso de los romanos y los árabes no han quedado más huellas que unas epigrafías romanas con el toponímico de Purullena. Esta localidad contaba con unas torres defensivas que se construyeron en la Edad Media sobre el río Fardes para impedir la penetración de los caballeros cristianos acampados en Cazorla. En este sentido de frontera tuvo un especial protagonismo durante la última etapa islámica, la del Reino de Granada, hasta que cayó en manos de los Reyes Católicos en 1489 y fue cedida a Don Juan de Benavides. Después pasó a ser un anejo de Marchal.
En el siglo XVI recibió el título de Villa Real que todavía luce en su título municipal. En 1627 S.M. el Rey Felipe IV concedería el título nobiliario de Marquesa de Villarreal de Purullena a Doña María de Benavides de la Cueva y Sandoval, hija del I Marqués de Jabalquinto.
Marchal
Marchal, conocida como «La Perla del Alhama» por el escritor Carlos Asenjo, proviene de la palabra árabe «almarch» que significa vega o campo que se labra, campo raso como vega, vega o tierra baja como pradera. También fue llamada así en el repartimiento de 1504 al igual que Mármol en 1514. Para Barcia (Diccionario general etimológico de la Lengua española, Madrid 1880-83) el término almarcha viene del árabe al-mardj, que significa prado, nombre de origen persa.
El pueblo está situado al pie de una antigua necrópolis prehistórica utilizada hacia el S.V d.C. por comunidades de monjes, haciendo de ellas una especie de monasterio.
En su término municipal existen restos de época romana, aunque el origen del municipio fue una cortijada medieval del período de la dominación musulmana. Numerosos restos arqueológicos situados en la zona atestiguan el asentamiento de civilizaciones prehistóricas. Debido a su situación cerca de la vía a Granada desde Acci, al ser zona de paso de los musulmanes hacia Almería sufrió muchos enfrentamientos bélicos y operaciones de hostigamiento durante siglos hasta su conquista a finales del S. XV.
En 1489 con la capitulación del Reino del Zagal, el pueblo pasó al poder de Castilla y fue uno de los lugares con mayor número de moros y moriscos debido a que estas tierras del río Alhama se les otorgaron a los moriscos como bienes comunes.
Tras la rebelión de los moriscos durante los años 1568-70 y derrotados por D. Juan de Austria (hermanastro del rey Felipe II), éstos fueron expulsados a Castilla y estas tierras fueron repobladas por cristianos viejos. Después, bajo el reinado de Felipe IV, fue vendido el pueblo y sus tierras a diferentes familias nobles para sufragar los gastos de las numerosas guerras de su reinado.
En el apeo de 31 octubre de 1571, el Marchal del río Alhama (así lo nombra) «está puesto é edificado en una ladera á la solana, debajo de una torrentera y cerca del río Alhama. Tiene casi en el comedio del dicho lugar, una iglesia nueva y sana con campanario, y con dos campanas en una torre con su caracol».
Graena
La región estuvo habitada desde la Edad de Bronce, como demuestran los yacimientos arqueológicos que se han encontrado. Los romanos, y después los musulmanes, vivieron en esta zona probablemente atraídos por sus aguas termales.
En 1492 fue reconquistada por los Reyes Católicos, y pasó a depender de la Corona hasta que en el siglo XVII el municipio fue adquirido por la familia Pérez de Barradas, formando el Marquesado de Cortes de Graena.
CORTES.
Esta localidad es la más pequeña del municipio, por ese motivo ha tenido un escaso desarrollo urbanístico. Tan solo en los últimos años se han realizado algunas construcciones que han modificado, aunque muy poco, la imagen que este pueblo ha mantenido a lo largo de los siglos.
Siguiendo al historiador Asenjo Sedano , este topónimo hace referencia a un cortijo de la época musulmana. A la entrada de esta localidad se conservan restos de cuevas pertenecientes a este periodo. Estas cuevas, que formaban pequeñas alquerías durante la etapa almohade y nazarí, son el origen de pueblos en los que las cuevas juegan un papel importante, como Graena, Lopera o Marchal.
Tras la expulsión de los moriscos fue apeado el 3 de noviembre de 1571 , consignando 35 casas y cuevas, con una población de 200 almas . El 22 de septiembre de 1627, el rey Felipe IV necesitado de dinero para mantener la guerra de los Treinta Años, vende esta localidad y la de Graena a don Fernando Pérez de Barradas. La escritura de se firmó el 16 de enero de 1629. A partir de ese momento ambas localidades dejan de ser de realengo para pasar a ser de señorío.
Con el paso de los años todas las casas, que existían desde el S. XVI y que en el S. XVIII estaban casi en ruinas, han ido desapareciendo de modo que en la primera mitad del S. XX todas ellas habían desaparecido, quedando en pie sólo la iglesia.
GRAENA
Esta localidad es el principal núcleo de población del municipio, la distribución urbanística se distribuye en torno a un cerro donde se hallan excavadas la mayoría de las cuevas. A la entrada del pueblo se encuentra la plaza, donde están situados el Ayuntamiento y la Iglesia. El mayor número de viviendas son cuevas, aunque en los últimos años se han construido numerosas casas, todo el pueblo está bien conservado. A continuación intentaremos reconstruir su historia.
Según el profesor Menéndez Pidal , sería posible la existencia de una villa cuyo propietario fuese un tal Gayo . Para Simonet es la Caliñana o Challena, la Urbs de los yemenitas, esto es lo que dice:
… Graena, antigua Juliana, que distaba de aquella ciudad doce millas, y que dio su nombre a una especie de manzanas que allí se criaban llamadas challeníes, grandes como calabazas y muy apreciadas por su blancura, aroma, dulzura y bondad. Este mismo autor, nos dice que existía un castillo en esta localidad.
Henriquez de Gorjera escribe …Grayena o Garallena guarda relación con un pasillo por la villa de La Peza a Granada defendida por las torres del Fardes…
Durante el periodo de la dominación árabe, no debió pasar de ser una simple arquería dependiente de Guadix. En los S. XI y XII fue campamento de los reyes Alfonso VI de Castilla y Alfonso I de Aragón. Su nombre en esa época era Yilyana y es en esta localidad donde se encuentra el origen de dos poetas árabes del S. XII, Al- Yilyani e Ibn al-Barraq.
Durante el reinado de Carlos V , estaba formado por 60 casas, 52 pertenecían a población moriscas y estaban deshabitadas pues dice libres y abitables.
En el S. XVII, fue vendida junto con Cortes a D. Fernando Pérez de Barradas, perteneciendo a esta familia hasta 1958. Ese año falleció Dª Isabel de Angulo y Rodríguez del Toro, y el ayuntamiento comenzó un largo proceso que culminó en 1986 con la compra del balneario y la posesión de todas las posesiones que esta familia había mantenido pasaron a los vecinos de estas localidades.
Desde principios del S. XX Graena comienza a crecer en cuanto a población y número de cuevas. Es un esas fechas cuando se empiezan a picar todas las cuevas del barrio del secano. En esa misma zona se construirán las escuelas en la década de los años 50 y treinta años después se levantará la Barriada de Andalucía. Desde entonces hasta ahora han sido numerosas las obras realizadas en esa zona por todos los vecinos, que ha contribuido a cambiar la imagen de esa zona del pueblo.
La Peza
La villa de La Peza ha sido desde tiempos muy remotos punto clave en la vía que comunicaba el Levante peninsular con el valle del Genil y la Vega de Granada. Esta posición estratégica justificaría un pronto asentamiento humano, al hallarse en un trayecto más accesible que a través de toda la Sierra Nevada. Por ello, tuvo que ser La Peza punto de paso obligado para los vascones que fundaron la antigua Ilíberis (hoy, Granada), y para los romanos, quienes hicieron partir de este pequeño núcleo un desvío hacia la Vía Augusta, con destino a Cástulo. De este modo, La Peza se hallaba justo en la mitad de la ruta tradicional que unía Guadix y Almería con Granada, una ruta que fue también muy frecuentada durante la Edad Media. De hecho, el castillo de La Peza tenía la función primordial de salvaguardar la villa y garantizar el tránsito seguro por esta ruta.
En 1489, al capitular El Zagal —Rey de Granada— llegan los Reyes Católicos a tierras lapeceñas. Sin embargo, la huella dejada por los musulmanes era muy profunda, tal y como haría constar en sus notas el médico y viajero alemán Jerónimo Münzer, quien declararía que La Peza guardaba todavía ese matiz musulmán. Esta decisiva presencia árabe queda también reflejada en los antiguos nombres de los pagos rurales: Alconaytar, Alcambra, Oveledín, etc. Ya entrado el siglo XVI, los nombres se cambian por topónimos cristianos, como las calles del Río, de San Francisco y de la Iglesia; las acequias de la Fuente Blanca, de la Montefría y de la Fuente Encantada; los pagos del Morollón, de la Vega Alta y de la Vega Baja, y del Barranco de los Lobos.
Idéntica suerte corrieron los edificios religiosos. Siendo La Peza un importante núcleo de población con los árabes, tuvieron que alzarse varias mezquitas para atender las necesidades de los creyentes. Con la llegada de los cristianos, la mayoría fueron convertidas, como fue el caso de las ermitas de San Marcos, San Francisco, Santa Lucía y San Sebastián. Del mismo modo, la mezquita mayor fue convertida, pero sería demolida más tarde para construir la primera iglesia de La Peza, que también sería destruida en la Guerra de las Alpujarras. Pero inmediatamente después se inició la construcción del templo nuevo, que es el que se puede contemplar en la actualidad.
También a raíz de aquella guerra, hubo un personaje que todavía sigue siendo conocido y admirado en La Peza: el beato Marcos Criado. Era un monje trinitario de Andújar (Jaén), enviado a esta villa para predicar la fe cristiana entre los moriscos. Éstos eran mayoría en La Peza, y aunque no todos se rebelaron junto a Abén Humeya, la crispación en el ambiente llevó a algunos de ellos a apresar a este monje.
Al cual, tras pasar tres días atado a una encina junto a la actual Fuente de Belchite, le arrancaron el corazón. Aquí ocurrió lo que muchos calificaron como un milagro: del corazón del fraile surgió una brillante luz que cegó la vista de los allí presentes, quienes, poco después, pudieron observar que tenía inscritas las iniciales de Jesucristo. Desde ese momento, San Marcos Criado recibió un culto espontáneo que se expandió por España, Portugal e Italia. Por ello sería beatificado más tarde, en 1899, por el Papa León XIII. De este modo, pasó a ser el primer y único mártir de la Guerra de las Alpujarras beatificado por la Iglesia Católica. Su festividad se celebra el 24 de septiembre.
En 1631, Don Pedro Tesifón de Moctezuma, Conde de Moctezuma, bisnieto del último Emperador Mexicano compró la villa de La Peza, convirtiéndola en un señorío. Desde entonces pasó a llamarse Monterrosano de La Peza. En 1693, tras varias vicisitudes, levantamientos y juicios, la villa de La Peza pasaba de nuevo a la Corona Española, por impago.
En 1810, con la invasión de los franceses, el pueblo vive otro episodio singular: la resistencia del Alcalde Carbonero al paso de éstos.
Es Pedro Antonio de Alarcón, quien en su obra “El carbonero alcalde”, nos relata la gesta de este heroico hombre y de sus valientes vecinos, que en pleno asedio del ejército francés durante la primavera de 1810, hicieron de un tronco de encina un amenazador aunque poco efectivo cañón, cañón que al ser usado por las gentes del lugar estalló en mil pedazos, sembrando la muerte entre ambos bandos y el pánico en el ejército francés, que sin embargo finalmente y dada su superioridad de medios y efectivos, terminó tras una aguerrida lucha tomando al pueblo y capturando a su alcalde, el cual en lugar de asumir su cautiverio, rompió su vara de mando ante el general francés y se arrojó desde un escarpado barranco de la localidad al grito de «yo soy la villa de La Peza, que muere antes de entregarse». Frase que define en buena medida el carácter luchador y reservado, pero a la vez hospitalario, de sus orgullosos vecinos.