Apostol

Camino Mozárabe

Etapa

8

Cultura

La Peza

La villa de La Peza ha sido desde tiempos muy remotos punto clave en la vía que comunicaba el Levante peninsular con el valle del Genil y la Vega de Granada. Esta posición estratégica justificaría un pronto asentamiento humano, al hallarse en un trayecto más accesible que a través de toda la Sierra Nevada. Por ello, tuvo que ser La Peza punto de paso obligado para los vascones que fundaron la antigua Ilíberis (hoy, Granada), y para los romanos, quienes hicieron partir de este pequeño núcleo un desvío hacia la Vía Augusta, con destino a Cástulo. De este modo, La Peza se hallaba justo en la mitad de la ruta tradicional que unía Guadix y Almería con Granada, una ruta que fue también muy frecuentada durante la Edad Media. De hecho, el castillo de La Peza tenía la función primordial de salvaguardar la villa y garantizar el tránsito seguro por esta ruta.

En 1489, al capitular El Zagal —Rey de Granada— llegan los Reyes Católicos a tierras lapeceñas. Sin embargo, la huella dejada por los musulmanes era muy profunda, tal y como haría constar en sus notas el médico y viajero alemán Jerónimo Münzer, quien declararía que La Peza guardaba todavía ese matiz musulmán. Esta decisiva presencia árabe queda también reflejada en los antiguos nombres de los pagos rurales: Alconaytar, Alcambra, Oveledín, etc. Ya entrado el siglo XVI, los nombres se cambian por topónimos cristianos, como las calles del Río, de San Francisco y de la Iglesia; las acequias de la Fuente Blanca, de la Montefría y de la Fuente Encantada; los pagos del Morollón, de la Vega Alta y de la Vega Baja, y del Barranco de los Lobos.

Idéntica suerte corrieron los edificios religiosos. Siendo La Peza un importante núcleo de población con los árabes, tuvieron que alzarse varias mezquitas para atender las necesidades de los creyentes. Con la llegada de los cristianos, la mayoría fueron convertidas, como fue el caso de las ermitas de San Marcos, San Francisco, Santa Lucía y San Sebastián. Del mismo modo, la mezquita mayor fue convertida, pero sería demolida más tarde para construir la primera iglesia de La Peza, que también sería destruida en la Guerra de las Alpujarras. Pero inmediatamente después se inició la construcción del templo nuevo, que es el que se puede contemplar en la actualidad.

También a raíz de aquella guerra, hubo un personaje que todavía sigue siendo conocido y admirado en La Peza: el beato Marcos Criado. Era un monje trinitario de Andújar (Jaén), enviado a esta villa para predicar la fe cristiana entre los moriscos. Éstos eran mayoría en La Peza, y aunque no todos se rebelaron junto a Abén Humeya, la crispación en el ambiente llevó a algunos de ellos a apresar a este monje.

Al cual, tras pasar tres días atado a una encina junto a la actual Fuente de Belchite, le arrancaron el corazón. Aquí ocurrió lo que muchos calificaron como un milagro: del corazón del fraile surgió una brillante luz que cegó la vista de los allí presentes, quienes, poco después, pudieron observar que tenía inscritas las iniciales de Jesucristo. Desde ese momento, San Marcos Criado recibió un culto espontáneo que se expandió por España, Portugal e Italia. Por ello sería beatificado más tarde, en 1899, por el Papa León XIII. De este modo, pasó a ser el primer y único mártir de la Guerra de las Alpujarras beatificado por la Iglesia Católica. Su festividad se celebra el 24 de septiembre.

En 1631, Don Pedro Tesifón de Moctezuma, Conde de Moctezuma, bisnieto del último Emperador Mexicano compró la villa de La Peza, convirtiéndola en un señorío. Desde entonces pasó a llamarse Monterrosano de La Peza. En 1693, tras varias vicisitudes, levantamientos y juicios, la villa de La Peza pasaba de nuevo a la Corona Española, por impago.

En 1810, con la invasión de los franceses, el pueblo vive otro episodio singular: la resistencia del Alcalde Carbonero al paso de éstos.

Es Pedro Antonio de Alarcón, quien en su obra “El carbonero alcalde”, nos relata la gesta de este heroico hombre y de sus valientes vecinos, que en pleno asedio del ejército francés durante la primavera de 1810, hicieron de un tronco de encina un amenazador aunque poco efectivo cañón, cañón que al ser usado por las gentes del lugar estalló en mil pedazos, sembrando la muerte entre ambos bandos y el pánico en el ejército francés, que sin embargo finalmente y dada su superioridad de medios y efectivos, terminó tras una aguerrida lucha tomando al pueblo y capturando a su alcalde, el cual en lugar de asumir su cautiverio, rompió su vara de mando ante el general francés y se arrojó desde un escarpado barranco de la localidad al grito de «yo soy la villa de La Peza, que muere antes de entregarse». Frase que define en buena medida el carácter luchador y reservado, pero a la vez hospitalario, de sus orgullosos vecinos.

Tocón de Quéntar

Quéntar

El nombre de Quéntar proviene del árabe «Qaryat al-Kantar», que significa «puente y paso hacia la alquería».

Se han encontrado vestigios arqueológicos de época ibero-romana que parecen documentar un asentamiento anterior a la presencia musulmana en Quéntar. Las primeras noticias históricas del municipio no llegan hasta el siglo XIII, ya en plena época nazarí, cuando entre los 28 distritos (isqlim) que componían la Cora de Elvira figura citado el Isqlim del Dur. Este topónimo se identifica con un antiguo poblado de igual denominación, hoy desaparecido. Incluía también la alquería de Quéntar denominada, según Seco de Lucena, como Qariat Quentar y dividida en tres asentamientos. El nombre que recibió aún no ha sido descifrado por los expertos.

Debido a su proximidad a la capital, la suerte del municipio corrió pareja a la de aquélla, cayendo en poder de los Reyes Católicos a finales del siglo XV y viviendo un siglo después la rebelión de los moriscos contra Felipe II. En este lugar, la revuelta fue afrontada por don Juan de Austria en 1569. En conmemoración de dichos sucesos se celebra en éste y otros pueblos de los alrededores la conocida batalla entre moros y cristianos. A partir de este momento se llevó a cabo la repoblación de dichas tierras y una evolución similar a la del resto de la provincia.